
A pocas semanas de que comience el Ramadán, a principios de marzo, las autoridades saudíes están innovando en la gestión de las comidas para romper el ayuno (iftar) en la Gran Mezquita de La Meca. Una nueva directiva exige ahora que una porción de las comidas servidas sea baja en calorías. La Autoridad General de las Dos Mezquitas Sagradas ha especificado que el 20% de las comidas ofrecidas por donantes individuales y el 30% de las proporcionadas por organizaciones benéficas deben ser adecuadas para personas que padecen enfermedades crónicas y diabetes.
Para supervisar estas donaciones de alimentos, se ha creado un portal en línea. Los benefactores podrán elegir los lugares de distribución, con un límite de una comida por persona y diez para asociaciones benéficas. Las comidas deben ser preparadas por proveedores aprobados y cumplir con estrictos estándares de embalaje para garantizar la calidad del servicio.
Esta normativa refleja una profunda modernización de los servicios a los peregrinos. Las autoridades saudíes también han intensificado las medidas de higiene y seguridad alimentaria, con un mayor control de los proveedores de catering y una estricta supervisión de la cadena de distribución de alimentos en el recinto sagrado.
Esta importante transformación se produce mientras la Gran Mezquita se prepara para recibir una afluencia masiva de fieles durante el Ramadán, tradicionalmente el período de mayor actividad para la peregrinación menor (Umrah). Esta reforma refleja la evolución de las prácticas religiosas frente a los problemas de salud pública contemporáneos. Ilustra la adaptabilidad de las instituciones religiosas tradicionales a las necesidades modernas, al tiempo que plantea preguntas sobre el equilibrio entre el respeto por las tradiciones y los imperativos de la salud.