“Muslima”. Esta es la palabra árabe que utiliza el Corán (Quran), la escritura sagrada del islam, para referirse a la mujer musulmana. Su principal distintivo es el hijab, el velo que utilizan para cubrir su cabeza. De variados colores, así son el origen y cultura de millones de musulmanas en el mundo. Un pequeño grupo se encuentra en El Salvador; son las mujeres salvadoreñas que decidieron abrazar el islam.
Su oasis espiritual es la mezquita Dar Ibrahim (La Casa de Abraham), en San Salvador, sitio donde se congrega una parte de la comunidad musulmana en el país, conformada por aproximadamente mil personas que se mantienen activas en las cinco mezquitas establecidas a nivel nacional.
El 90% de las personas que se congregan en la mezquita Dar Ibrahim son salvadoreños convertidos al islam, mientras que el resto son extranjeros procedentes de Egipto, Irán, Iraq, Pakistán, Arabia Saudí, Argentina, México, entre otros países.
Este grupo de musulmanas aprovecha su tiempo libre para aprender árabe, profundizar los principios del islam y convivir junto a sus familias y toda la comunidad fortaleciendo su fe. Su maestra es la doctora Amira Adel Kahlil, líder de las mujeres de la Comunidad Musulmana Hispanoamericana, y para ella, el aprendizaje y la búsqueda de conocimiento son vitales para la vida de una mujer musulmana.
Entre sus alumnas se encuentran mujeres de diversas edades, contextos sociales y experiencias que viven como toda mujer salvadoreña. Sin embargo, su identidad está estrechamente ligada al islam; es su estilo de vida en su camino hacia la búsqueda Al-lah, palabra árabe que se refiere a Dios, la misma divinidad absoluta que siguen los cristianos y los judíos.
La doctora Amira Adel Kahlil es originaria de Egipto y radicada en el país desde hace casi diez años.
El islam adora al mismo Dios de Abraham, Ismael, Isaac, Moisés, el rey David, Jesús y María.
Una de ellas es Doris Calderón, quien abrazó el islam hace veinte años y es originaria de la capital. No se sintió cómoda con el catolicismo de su familia durante su juventud y decidió estudiar otras religiones, desde el cristianismo evangélico hasta la fe del movimiento Hare Krishna. Sin embargo, el islam le dio las respuestas que necesitaba.
“Alguien me empezó a dar información sobre el islam y empecé a leer. El islam iba contestando todas las preguntas que yo me hacía, por ejemplo, ¿por qué tengo que adorar o pedirle a alguien que no es Dios? En el islam está claro: Dios es único y solo a él nos debemos de someter, solo a Él le tenemos que pedir. Fue la respuesta a la pregunta que, para mí, fue la esencial para entrar al islam”, rememora la mujer de 58 años de edad.
Doris, quien adoptó el velo en su vestimenta dos años después de tomar su shahada (declaración de fe), ha visto durante dos décadas cómo en el país, cuya Constitución permite el libre ejercicio de todas las religiones, se ha vuelto más tolerante con respecto a su imagen como musulmana. Señala que, incluso, fieles de una iglesia evangélica admiraron su modestia y uso del hijab. “No use el velo inmediatamente, pero cuando yo lo usaba, sentía admiración de algunas mujeres y respeto de algunos hombres hacia mi persona. Pero igual, la misma ignorancia de algunos hacían malas miradas o comentarios fuera de lugar”, recuerda.
El ataque del 11 de septiembre a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 y noticias sobre grupos extremistas —que no representan la esencia del islam— en años posteriores hicieron mucho daño a los musulmanes que solo buscan vivir su fe y que no tienen ningún tipo de vínculo con grupos políticos o radicales. Dentro de este panorama, Doris vivió un ataque de intolerancia por portar el velo en público hace diez años.
“Ha sido hasta cierto punto peligroso porque en una ocasión yo iba caminando en una acera y un señor en un carro se subió a la acera, o sea, como que me quería atropellar. Había gente que me gritaba cosas o lo veían mal a uno: ‘Usted no es de este país, ustedes vienen de musulmania, no es de acá’. Es bien estresante porque a veces uno anda tranquilo, verdad… y la verdad es que la gente ignora muchas cosas”, rememoró sobre este incidente.
Los medios de comunicación, grupos políticos y personas influenciadas por la islamofobia refieren que la mujer musulmana es “oprimida”, “no tiene libertades”, no puede trabajar ni decidir por sí misma. Estos prejuicios distan de los principios del islam establecidos en el Quran, en el que la mujer cuenta con un estatus honorable y derechos en cada aspecto de su vida, desde el matrimonio, la crianza de los hijos, la herencia, la educación y la propiedad, que no existía antes de la llegada del islam en la península arábiga entre los años 610 y 661 después de Cristo.
Estas salvadoreñas se sintieron atraídas al islam para profesar la unicidad de Dios y sentirse valoradas como mujeres y seres humanos. Así lo explicó Jessenia Amaya, una usuluteca que hace cinco años hizo su conversión y que, junto a las mujeres de la comunidad, ha adoptado el islam como su estilo de vida. Conoció de la religión mediante las redes sociales e investigó sobre su origen, sus historias, las creencias y el comportamiento de un musulmán antes de dar el primer paso.
“Alhamdullilah (‘Todas las alabanzas sean para Dios’), ha mejorado mi vida en todo aspecto. En el ámbito general de la vida uno está como perdido. Entonces cuando los problemas acechan y pues uno de mujer tiene diversas actividades, madre, esposa, hermana, hija, hay muchas cosas que nos involucran a la mujer en la vida que hay veces que el estrés nos hace que nos perdamos un poquito. Entonces vino el islam a recuperarme, a recuperar mi estabilidad de vida y a mostrarme que la mujer es muy valiosa. Y que yo puedo tener una estabilidad a pesar de que sea esposa, madre, hija y hermana”, expresa Amaya.
Derechos de la mujer en el islam
La doctora Kahlil rechaza los estereotipos y desinformación acerca de la mujer musulmana, entre ellos, la sumisión ante el hombre. Sentada entre un grupo de salvadoreñas, algunas ataviadas con el hijab y otras sin él —pues el uso del velo es una elección personal— les recuerda que, al igual que los hombres, la verdadera sumisión solo ocurre ante Dios: “¿La mujer sometida al hombre? No. La mujer y el hombre paso con paso. No es que la mujer anda atrás del hombre. La mujer o el musulmán en general sometidos a la voluntad de Al-lah, no la mujer sometida al hombre”, refiere.
Kahlil señala que la mujer musulmana tiene el derecho a trabajar, estudiar y ejercer una vocación. El islam promueve entre sus creyentes una búsqueda constante del conocimiento basada en varios preceptos del Corán, donde la fe y la ciencia no se oponen, sino que se complementan. Por ello, también se fomenta que las mujeres desarrollen diversas profesiones que enriquezcan su crecimiento personal.
La primera persona en aceptar el mensaje del islam fue una mujer
“Yo soy veterinaria, mi mamá es profesora, mi hermana es profesora, mis tías son doctoras y así…y todas las que están alrededor mío, que son vecinas todas son musulmanas, son entre profesoras, doctoras, ingenieras. Mi cuñadas es ingeniera y así toda la familia y las familias que alrededor mío y toda la gente generación atrás de generación”, ilustra la doctora.
De hecho, Jadija bint Khuwaylid, la primera esposa del profeta Muhammad, era una respetada comerciante de La Meca, la ciudad más sagrada en el islam. Provenía de una familia noble y desde joven manejó exitosamente su propio negocio de comercio, algo poco común en su época. Khadija fue la primera persona en aceptar el mensaje del islam cuando el profeta Muhammad recibió la revelación hace 1.446 años.
El matrimonio
Nadie puede obligar a una mujer musulmana a casarse y, si lo hace a la fuerza, el matrimonio es inválido. Solo ella tiene el derecho de decidir quién será su esposo. La ceremonia nupcial se llama nikah y, en ella, la mujer cuenta con un wali o tutor que garantiza que sea respetada, tratada con dignidad y que no exista la coacción en su decisión. También recibe una dote (mahr) que consiste en dinero, bienes o cualquier cosa que ambos consideren valiosa, accesible y que solo ella podrá usar como desee. La pareja firma un contrato con las condiciones, derechos, deberes y responsabilidades que desempeñarán en su matrimonio.
Por otra parte, la mujer musulmana no está obligada a trabajar si ha contraído matrimonio, ya que su total mantenimiento (alimentación, vivienda, vestimenta y necesidades básicas) depende de su esposo. También no está obligada a dar dinero al hogar a menos que así lo quiera y, si ha decido laborar, son sus ingresos y no está obligada a dividirse los gastos del hogar con su pareja.
Por otro lado, el matrimonio musulmán sí puede finalizarse y la mujer tiene el derecho a divorciarse si su esposo no cumple con sus expectativas, no la protege o la ha maltratado. Aunque existe esta opción de separación, se insta a los esposos a honrar y mantener su matrimonio mediante la fe, la misericordia y la compasión. También, se motiva a la mujer a cuidar de su esposo y respetar su rol como líder de la familia, así como a velar por el bienestar de sus hijos y el orden del hogar.
“El hombre es líder, pero no puede humillar a una mujer. El hombre gasta el dinero para la mujer, trabaja duro para que tenga la mujer lo suficiente, pero también la mujer tiene que ser una persona amable, tranquila, que no pida al hombre lo que él no puede aguantar”.
Por otra parte, el hombre musulmán tiene la obligación de conocer sobre los derechos de la mujer musulmana, protegerla, respetarla, sustentarla, escucharla y brindarle amor, bondad y cariño, sin obligarla a realizar actos que no desee. A la vez, el hombre debe cumplir con las responsabilidades con sus hijos, familia y comunidad. Aquellos que no cumplen con estas condiciones, en especial, los hombres que infligen daño emocional, físico y psicológico a sus esposas y otras mujeres, no son verdaderos musulmanes, afirma Kahlil:
“Haram, prohibido lastimar a una mujer. Ningún hombre creyente hace algo así a su esposa. Hay árabes que lo hacen pero no son practicantes del islam. Son ignorantes, hay muchos hombres que necesitan que alguien les enseñe del islam, son maleducados. Religiosamente mal educados. Entonces, son ignorantes, no viene un hombre que no hace caso y dice que es musulmán y practicante”.
Esta premisa contradice las noticias que afirman que el islam permite “golpear las mujeres”, idea que nace por interpretaciones y traducciones erróneas del Quran. Esta perspectiva se contrasta con los dichos y hechos del profeta Muhammad en los que rechazó el maltrato físico contra las mujeres: “Me asombra que un hombre golpee a su esposa, cuando es él mismo, más que su esposa, quien merece ser golpeado. ¡Oh, gente! No golpeéis a vuestras mujeres con palos porque tal acto tiene qisas [represalias]”. En su peregrinación de despedida, también recalcó la importancia de la bondad hacia las mujeres y comparó la violación de sus derechos matrimoniales con una ruptura del pacto de la pareja con Dios.
La doctora Kahlil puntualiza a sus alumnas: “La mujer musulmana está sometida a la voluntad de Al-lah, al igual como el hombre. Las órdenes de Al-lah dicen que el hombre es el líder, tiene su posición, nunca faltarle el respeto a su esposo y aclarar las cosas. El amor, el respeto, el cariño, la casa no tiene que perder eso. Hay que buscar la manera y las mujeres son muy inteligentes para eso”.