Un nuevo debate sobre la convivencia agita a Melilla, ciudad española enclavada en la costa norte de Marruecos. En el centro de la polémica: la prohibición de utilizar altavoces en la Gran Mezquita por la noche, una decisión que está causando sensación en esta ciudad donde musulmanes y cristianos conviven desde hace siglos.
“Solo estamos aplicando la ley de ruido”, defiende Daniel Ventura, responsable de Medio Ambiente. La medida, que abarca la franja horaria de 21.00 a 9.00 horas, responde a reiteradas quejas de los vecinos de la zona. Pero solo se dirige a la Mezquita Central, precisa el funcionario electo. “No afecta a los otros dieciséis lugares de culto musulmanes de la ciudad”.
Por parte de la Comisión Islámica de Melilla (CIM), domina la crítica. “¿Cómo podemos practicar la oración del alba sin apelación?”, pregunta su presidente, Farid Abdel-Lah. En verano, cuando los tiempos de oración fluctúan con el sol, la situación se vuelve particularmente compleja.
No faltaron los intentos de conciliación. Se celebraron reuniones y se discutieron soluciones técnicas como la reducción del volumen. Pero en esta ciudad de 87.000 habitantes, donde la diversidad cultural forma parte del ADN local, el tema toca una fibra sensible.
“Entre el respeto a las tradiciones y la tranquilidad de los habitantes necesariamente hay puntos en común”, cree un comerciante del centro de la ciudad. Mientras tanto, las discusiones continúan y la Gran Mezquita debe adaptar sus prácticas centenarias a las limitaciones aprobadas.