
El pasado 11 de marzo dio comienzo el Ramadán, un mes especial y sagrado para los musulmanes. Un mes en el que se debe ayunar durante el día, es decir, desde el amanecer hasta la puesta del sol.
Lo que muchos desconocen es que el Ramadán no consiste sólo en ayunar, sino que es mucho más que eso. Se trata de un mes en el que todas nuestras acciones cuentan.
Es un mes en que las oraciones aumentan, se realizan tarawih (oraciones largas) en las mezquitas, se hace la zakat (limosna), se juntan las familias, etc. Con el ayuno y las buenas acciones los musulmanes en este sagrado mes se acercan más a Dios y es una forma de purificación.
Mucho oímos hablar del ayuno, pero no tanto de cómo se rompe el ayuno ni de las costumbres. En Ramadán se siguen haciendo tres comidas principales al día, lo único que cambia son los horarios de la ingesta.
En primer lugar, se rompe el ayuno cuando el sol ha bajado por completo y está a punto de anochecer y esto se conoce como iftar (des-ayunar). Es una tradición romper el ayuno con dátiles, agua, leche o batidos. Después la variedad de alimentos es muy grande. La mesa del iftar suele ser muy variada y combina lo dulce con lo salado.
El segundo alimento más típico en ramadán son las sopas: de verduras, de lentejas, de marisco, etc. La sopa más típica es la harira marroquí, hecha a base de cebolla, tomate, perejil, apio y garbanzos. Asimismo, se cocinan muchos dulces elaborados a base de masa de filo, miel, rellenos de almendras y cacahuetes como la shebakiya. Junto con lo dulce también se cocinan alimentos saldados como croquetas, brewat (similares a los rollitos de primavera), empanadillas, etc.
Después del iftar se realizan las oraciones del tarawih y tras ello se suele cenar, esta sería la segunda ingesta del día. Posteriormente, a medianoche y antes del amanecer se realiza una comida llamada el suhur donde se suele tomar algo suave y ligero y beber agua para mantenerse hidratado durante el día. Justo después se realiza la oración del fajr que también suele ser más larga de lo habitual.
Se trata, pues, de un mes en el que los musulmanes cambian su rutina habitual, cambia el sueño, los horarios de comida, nuestros hábitos, etc., pero es una gran oportunidad para acercarse más a Dios.