Los millones de musulmanes que viven en España e Iberoamérica ayunan al unísono con otros mil millones en todo el mundo. Esta tarde, en la mezquita, hay más gente que de costumbre. Sólo quedan unos diez minutos antes de la llamada a la oración.
Comienza la emoción. La gente entra en la sala de oración y se acomoda. Ellos esperan. También se crea una atmósfera de paz y generosidad. Generosidad en la sonrisa y en los gestos. Hay relajación. Los fieles viven, como yo, la magia que envuelve este mes de Ramadán.
Suena la llamada a la oración. Las filas se forman, siempre de forma lineal. Los fieles están ocupados y los que todavía están haciendo sus abluciones se apresuran para no perderse un momento. Camino hacia adelante, me posiciono, me acomodo y comienza la oración. El silencio también toma su lugar y la voz suave y relajante del imam mece los corazones de todos y cada uno; una voz con un sonido hechizante, dramático, mágico, íntimo, un sonido que ha sobrevivido a los siglos.
Es la hora de la resistencia, de la constancia, del esfuerzo, de la lucha, de ser más hombre, de ser más mujer. Esta resistencia os pone cara a cara con vuestros límites, los de vuestra humanidad, los de vuestro cuerpo; esta resistencia os muestra vuestra fuerza, la de vuestro corazón y la de vuestro espíritu. Depende de cada uno saber cómo captarla y usarla. Las oraciones continúan y cuanto más se suceden, más cerca nos sentimos de Dios y de nosotros mismos sin duda… Nos conocemos mejor y acentuamos este sentimiento para ser mejores. Eso es todo. Este es el verdadero significado del Ramadán: ser mejores durante este mes y seguir siéndolo, porque siempre salimos de él con más fuerza.
Rezo y veo todo: presente, pasado, futuro cercano. Mi cuerpo está ahí, mi mente se escapa a veces y mi corazón reza por una señal. Este signo ha venido y me acompaña y me indica el camino de la redención.
Se abre una puerta y se ilumina un camino. Síguelo. Es el camino del bienestar, la sinceridad y el amor.
Resiste la mentira, la traición y lo que piense la gente. Yo también soy una persona. Puedo juzgar, tener prejuicios, desconfiar, dudar, pero no te preocupes por lo que piensen otros. El ser siempre acaba encontrándose con la verdad.
Di la verdad, siempre y sin importar el precio. Lo principal es estar en paz contigo mismo. Las cosas enterradas en lo más profundo deben salir y liberarte.
Enfréntate a todo para liberarte, sé fiel para alcanzar la coherencia y sé sincero para vivir el amor, el verdadero, el que no mata, el que no deforma, el que no destruye. Quería una señal. Tuve una señal, violenta y dolorosa. Rezo por esta señal, rezo hasta el final… para encontrarnos, in sha Allah, en la Eternidad.