El fútbol es, con diferencia, el deporte más popular del mundo. Es igual de importante en el mundo árabe, que está lleno de naciones amantes de este deporte. Con el tiempo, la pasión se ha ganado igualmente a Qatar, el país anfitrión de un Mundial que ha oscilado entre la decepción y el orgullo de los pueblos árabes y ha estado marcado por el recorrido histórico de Marruecos.
La Copa del Mundo es a menudo una oportunidad para ver surgir sorpresas que las competencias regionales nunca producen. La Copa del Mundo de 2022 en Qatar no fue la excepción a la regla. La estruendosa victoria (2 a 1) de Arabia Saudí ante Argentina, gran favorito del torneo, durante la fase de grupos, ya está inscrita en los anales de la historia del fútbol. Es tal la hazaña saudí ante la selección argentina, dirigida por Lionel Messi, que el príncipe heredero Mohammed Ben Salman (MBS) decidió hacer festivo el 23 de noviembre en su reino para deleite de la afición saudí. Esta victoria, aclamada en los países árabes, incluso dio lugar a una escena impensable hasta hace poco, después de años de boicot regional a Qatar: el emir Tamim Ben Hamad Al-Thani fue visto ondeando ostensiblemente la bandera de su vecino que era (y sigue siendo) un serio rival en el Golfo. Una clara ilustración del poder reconciliador del fútbol.
Desde entonces, este episodio futbolístico ha sido casi borrado por el fabuloso curso de Marruecos. Tras su victoria ante Canadá y especialmente Bélgica, en su grupo, la selección dirigida por Walid Regragui asombró, partido tras partido, no sólo a los marroquíes sino al mundo. Tras su victoria ante España en los penaltis y luego Portugal (1 a 0), los Leones del Atlas pudieron llegar a las semifinales de la competición.
Nunca una selección árabe y africana había llegado tan lejos en un Mundial. Marruecos ha desatado un fervor histórico. Para la semifinal, Royal Air Maroc incluso instaló un puente aéreo para transportar a los aficionados a Doha, lo que contribuyó a la marea roja que invadió todo Qatar durante días. Aunque finalmente los Leones del Atlas tropezaron ante la selección francesa (2 a 0), ellos han quedado consagrados como héroes nacionales; ganaron corazones, respeto y mucho más.
Una práctica tardía pero muy popular
Todo esto dice mucho sobre la estrechísima relación que mantiene el mundo árabe con el fútbol. Porque muy lejos de las ideas preconcebidas, las poblaciones árabes del Magreb y el Mashreq alimentan una pasión por este deporte, aunque su práctica se desarrolló más tarde que en otros lugares como Europa y América del Sur. La cuestión del boicot al Mundial de Qatar, muy debatida en Francia y Europa en los meses previos al evento deportivo, no ha sido nunca un tema en el mundo árabe. “Hay que denunciar la hipocresía de Occidente y sus medios de comunicación (…) cuya única preocupación es estropear el primer Mundial que se disputa en territorio árabe y musulmán”, estimó el diario argelino El-Khabar.
Dejando a un lado los últimos logros de Marruecos, las selecciones árabes, que tuvieron la oportunidad de competir en diciembre de 2021 en Qatar por la 10ª Copa Árabe de Naciones bajo los auspicios de la FIFA estuvieron lejos de brillar durante el Mundial contra selecciones más experimentadas que ellas. Qatar también fue el primer país eliminado de su Copa del Mundo, un hecho sin precedentes para un anfitrión. Terminó último en su grupo después de registrar tres derrotas contra Ecuador, Holanda y Senegal.
Sin embargo, estas mismas selecciones son seguidas, apreciadas y apoyadas por las poblaciones locales. Además, cuentan en sus filas con muchas figuras que juegan en clubes de prestigio de Europa, como el egipcio Mohamed Salah (Liverpool), el argelino Riyad Mahrez (Manchester City) o el marroquí Achraf Hakimi (PSG), fortaleciendo así la popularidad del fútbol en sociedades donde el deporte es innegablemente una herramienta al servicio del patriotismo, incluso un fermento de nacionalismo.
“El fútbol es mucho más que un deporte. Esta realidad también es cierta en el mundo árabe, donde este deporte tiene una dimensión social y política tan importante en determinados países que puede constituir un factor de estabilidad o desestabilización de un régimen”, escribió en 2019 el académico Beligh Nabli para L’ Economiste Maghrébin. El fútbol, que en los últimos años se ha convertido en un instrumento central del poder blando de Qatar, está lejos de haber completado su desarrollo en el mundo árabe. Posee grandes perspectivas de futuro tras la demostración de fuerza de un Marruecos decidido a estar entre las grandes naciones del fútbol.