Interpretar el Corán en clave de derechos humanos no sería novedad para el mundo islámico, pues está impreso en sus orígenes su carácter humanitario. El Islam ha sido en sus inicios una respuesta a la crisis y los enfrentamientos en los que el mundo preislámico se encontraba sumergido y a los que su pueblo se enfrentaba con desolación. Ante este mundo de desesperanza, el Islam traía consigo una concepción de justicia social, equidad y compasión que sería no sólo reveladora espiritualmente, sino políticamente viable.
A diferencia de la Iglesia Cristiana, que tenía diferenciado el culto de lo puramente mundano, el Islam y su afán de comunidad unificada procuraban hacer de todos los terrenos de la vida, desde lo político hasta la sexualidad, algo sagrado; unidad que buscaría ser reflejo de la unidad que es Dios.
Es probable que encontremos en esto una de las razones por las cuales todavía al día de hoy en los países musulmanes se concibe al Corán por encima de leyes universales como las dictadas por los derechos humanos, dado que la doctrina está muy arraigada en todos los aspectos de la vida y la cotidianidad.
Lo que me interesa aquí es desarrollar especialmente el rol de la mujer en los inicios de las órdenes del Corán en épocas medievales, y la vinculación que encontramos con las feministas actuales a la hora de retomar algunos postulados y resignificar la mayoría de ellos. Trataremos en definitiva de dar cuenta, en la medida de lo posible, de las posturas de las musulmanas feministas que afirman que la igualdad de género y el Corán auténtico no son incompatibles.
Comenzaremos entonces por señalar que en el 612, cuando Mahoma comienza su predicación, presenta algunos postulados en el Corán bastante reveladores para la época, y que implican un avance en los derechos de las mujeres. El Corán establece:
“Dios os ordena lo siguiente en lo tocante a vuestros hijos: que la porción del varón equivalga a la de dos hembras. Si estas son más de dos, les corresponden dos tercios de la herencia. Si es hija única, la mitad…” (4,11).
Este
orden venía a corregir una situación del mundo árabe preislámico
en que la mujer no heredaba y era de hecho objeto heredable. Ahora,
la mujer heredaba la mitad de lo que heredaba el varón y su
justificación radicaba en que en el varón residía la
responsabilidad de sustentar a la familia. Este derecho es logrado
incluso varios siglos antes que en Occidente, al igual que el derecho
al divorcio.
Cabe destacar que no aparece en el Islam ningún
relato que indique algo semejante a la creación de la mujer desde la
costilla de Adán, como en la Biblia judía. Para el Corán, hombres
y mujeres son creados por Dios y no existe en ellos relación de
subordinación o dependencia. A su vez, tampoco aparece en el Corán
en algún momento la idea de la mujer responsabilizada y/o vinculada
al pecado.
En los postulados originales del Corán se percibe
una igualdad de premios y castigos entre hombres y mujeres, tanto en
la vida como después de la muerte, siendo cada uno de los creyentes
según sus obras los responsables de su perdón. Es interesante citar
aquí un texto del Corán que deja esto en manifiesto y lo hace,
además, dando una clara visibilidad a la mujer desde el lenguaje:
“Dios ha preparado perdón y magnífica recompensa para los
musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los
devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y
las pacientes, los humildes y las humildes, los que y las que dan
limosna, los que y las que ayunan, los casos y las castas, los que y
las que recuerdan mucho a Dios”.
Hay textos, sin embargo,
que son reflejo de la mentalidad de la época y establecen, por lo
tanto, una inferioridad de la mujer. En la deconstrucción de estos
textos se ha trabajado fuertemente desde la filología, un ejemplo es
el 4,24: “Los hombres tienen autoridad sobre [qawwamun]
las mujeres en virtud de las preferencias que Dios ha dado a unos más
que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son
devotas. Y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Dios manda
que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas que temáis que se rebelen,
dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os metáis
con ellas”.
Las feministas actuales han dado luz a nuevas
interpretaciones, indicando que el término qawwamun estaría
mal traducido y no haría alusión a una superioridad del hombre sino
a la obligación de mantener a sus esposas mientras ellas cuidan a
sus hijos.
La hermenéutica feminista propone cuestionar tanto
los textos originales como sus traducciones, por estar todas ellas
escritas por varones y al servicio de sus propios intereses. Propone,
en cambio, una reinterpretación y nuevas traducciones que permitan
recuperar a las mujeres que hay detrás de estos textos. Desde la
visión del feminismo, la interpretación del Corán que discrimina
no sólo a las mujeres, sino también a los no musulmanes, es
respuesta a un contexto histórico fuertemente patriarcal y en el que
el extranjero pasó a considerarse un objeto de sospecha para el
mundo musulmán, duramente castigado por Occidente, a pesar de que en
un inicio el Corán fomentara la tolerancia hacia todas las demás
religiones.
Si consideramos, como Amina Wadud, que el
patriarcado ha quedado obsoleto y el mundo tiende por su propia
subsistencia a evolucionar hacia un mundo más tolerante e
igualitario, y en línea con lo que Armstrong menciona acerca de que
“la teología y la espiritualidad casi siempre arraigan en una
respuesta política a las circunstancias históricas de la
comunidad”, no sólo es necesario, sino que podríamos pensar
(haciendo un poco de futurismo) que es cuestión de tiempo, que se
produzca el giro hacia una reinterpretación feminista del Corán,
que logre imponerse frente a las visiones tradicionales que buscan
ajustar las interpretaciones con el fin de que sean funcionales al
dominio del varón.
Dice Juan José Tamayo: “El propio Islam
fue pionero, e incluso se adelantó al cristianismo, en el recurso a
la mediación hermenéutica. No existe razón religiosa ni cultural
alguna que le impida seguir siéndolo en el presente y en el futuro.
De lo contrario caería en el más craso fundamentalismo”.
Es
necesario, para escapar al fundamentalismo, que las religiones puedan
ser reinterpretadas. Es en este sentido que la hermenéutica
feminista hace un llamado al diálogo interreligioso para poder
conjugar el desafío y las luchas por la emancipación de la mujer
con los textos y lecturas religiosas, y lograr así que las
organizaciones sociales que buscan combatir el patriarcado inmerso en
la religión y la sociedad logren acuerdos en miras de su objetivo
común.