La dimensión espiritual del Ramadán

Toda prescripción perteneciente al corpus de la praxis musulmana responde a normas y está condicionada por reglas. Pero las producciones normativas y jurisprudenciales no deben hacer olvidar el espíritu y la finalidad de los actos de culto.

¿Cuántos tratados abordan el significado de los actos de adoración? ¿Cuántos libros hablan de sus fines espirituales, de sus secretos?

Estamos a punto de dar la bienvenida a un mes bendito en el que Dios (Glorificado sea) ha ordenado el ayuno. Los libros de jurisprudencia están llenos de detalles sobre las condiciones de su validez, sus prohibiciones, sus recomendaciones. Pero ¿qué pasa con su espíritu, su dimensión espiritual?

El ayuno de este mes no es una adoración puntual, que exige sumisión y rigor durante el tiempo de duración de unos ritos que, una vez terminados, nos permiten volver a ocupaciones más contingentes, más inmediatas. Su papel no cesa una vez cumplidas las estrictas condiciones del ayuno diurno, de modo que, por la noche, se caiga en el exceso tras la privación, en la negligencia tras el esfuerzo, en el olvido tras el recuerdo.

El verdadero significado del ayuno es refrenar sus impulsos negativos, hacer que el ego rompa con sus hábitos, disminuir el ardor de los deseos para prepararse para lo que le traerá felicidad y dicha, para aceptar lo que ayudará a purificar el corazón.

De hecho, detrás del ayuno está toda la lógica de la cercanía a Dios. Hay una realidad que no es un secreto para nadie, pero que la costumbre tiende a ocultar. Esta realidad radica en la presencia de un vínculo directo entre la condición del cuerpo y la del espíritu. El primero devuelve al ser humano a su origen material, lo baja a la tierra; el otro lo devuelve a su fuente espiritual y lo eleva.

La Sabiduría Infinita de Dios quiso que el Hombre fuera la combinación de espíritu y materia. No podemos desviarnos de uno u otro. Pero encontrar un equilibrio entre los dos no es fácil, porque no hay simetría en la gestión de estas dos entidades. En efecto, vivimos justo en el universo sensorial, que se nos impone; no podemos escapar de él.

Por su parte, la vida espiritual requiere un acto voluntario, una exigencia de nuestra parte. Depende de nuestra capacidad para educar nuestro corazón. Una educación que nos acompaña a lo largo de nuestro camino terrenal.

La gestión del tiempo es decisiva en el camino hacia Dios. En realidad, una vida es insuficiente para adorar a Dios como corresponde a Su Majestad. Sin embargo, Él nos regala momentos excepcionales que aceleran nuestro movimiento hacia Él.

Es necesario conceder a los momentos excepcionales toda la importancia que les corresponde. Ellos ayudan a aquellos que son conscientes de que no tendrán tiempo de terminar de purificarse, si es que podemos purificarnos con nuestras acciones o si la purificación tiene un fin.

Hay momentos propicios para la invocación, otros en que la recompensa de una acción se multiplica por diez, otros en que el candidato al camino espiritual es atraído hacia la gracia divina, que lo llevará a recorrer distancias y superar los obstáculos que sus acciones no le permitirían.

Ramadán tiene el mérito de abarcar todo esto. Ocupa un lugar muy especial por la multiplicidad de oportunidades benditas como la Noche del Destino o los últimos diez días.

El mes de Ramadán es una oportunidad que no debe perderse. Es una estación de sanación que abarca dos dimensiones. La primera es de orden material al fortalecer el control sobre las realidades sensibles. La segunda viene del mundo de lo imperceptible al ofrecer un momento propicio para la elevación espiritual.

Durante un mes, el creyente está obligado a acostumbrar todos sus miembros a romper con todo hábito. Su vientre, por supuesto, es el primero en cuestión. Pero su lengua, sus ojos y su oído también. Todo el cuerpo está invitado a ayunar. Cada órgano tiene una abstinencia que lo caracteriza.

Ramadan es un espacio de entrenamiento durante un mes para afrontar el resto del año. Es un mes de esfuerzo para redescubrir el sentido del esfuerzo. Es un mes de piadosa meditación para elevar la perspectiva más allá del propio horizonte limitado. Es un mes de solidaridad y de compartir por Dios y con los hombres.

Los méritos de este mes y todo lo que le pertenece son innumerables. Este hadiz será suficiente para respaldar todo lo anterior:

“El Compañero Salman el Persa (que Dios esté complacido con él) informa que el último día del mes de Shabaan, el Mensajero de Dios pronunció este discurso:

“¡Oh gente! Se acerca un gran mes bendito, un mes con una noche mejor que mil meses. El ayuno durante el día es obligatorio, se recomienda velar por la noche. Los actos supererogatorios que allí se realicen tendrán valor de actos obligatorios fuera de este mes y el acto obligatorio valdrá setenta veces más. Es un mes de paciencia y no hay otra recompensa para la paciencia que el Paraíso”.

Es un mes de solidaridad. El que ofrece la comida a otro para romper el ayuno obtendrá el perdón de sus pecados, la protección del Infierno y recibirá la misma recompensa que el que ayuna sin que la de este último disminuya en nada.

Los Compañeros dijeron: “¡Oh Mensajero de Dios! No todos nosotros podemos ofrecer esta comida a los que ayunan”. Él (PB) respondió: “Dios concede la misma recompensa a quien dé en el momento de romper el ayuno un simple dátil, un poco de agua o un poco de leche. Es un mes cuyo comienzo es la misericordia, su medio es el perdón y su final es la liberación del Infierno”.

A quien aligere la carga de sus subordinados en este mes, Dios lo perdonará y lo librará del Infierno.

Durante este mes, es preciso multiplicar cuatro virtudes: dos para ganarnos la aprobación de nuestro Señor y dos de las que no podemos prescindir. Las dos primeras son: recitar “La ilaha ilallah” (No hay más dioses que Dios) y pedir el perdón de Dios. Y las dos últimas son: implorar a Dios por su Paraíso y pedirle protección del Infierno. “A quien dé de beber a un ayunante, Dios le hará beber de su estanque un sorbo que saciará su sed hasta que entre en el Paraíso (Narrado por Juzaimah en su Sahih)

FuenteHatim I. Belfkih - Oumma.com
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