Ramadán empieza con el noveno cuarto creciente (hilâl) del año, y hay que procurar verlo en su primera noche. El mes que precede a Ramadán es Shabân. Si la noche veintinueve de Shabân es nublada y no se puede saber si ha aparecido o no la luna de Ramadán (y lo relevante es verla -ruya-), se considera que Shabân cumple su día número treinta y no se empieza a ayunar hasta el día siguiente, que será necesariamente primero de Ramadán porque ningún mes lunar puede tener más de treinta días. Quien no haya visto personalmente la luna, pero le confirma su salida alguien digno de confianza (‘adl) que haya sido testigo de la aparición del creciente, está obligado a ayunar al día siguiente. Si la luna se ve en una región y no en otra que le sea colindante y lo bastante próxima como para tener conocimiento del hecho, el ayuno es obligatorio en ambas. Si la otra región es lejana, cada país tiene su propia luna.
El mes de Ramadán empieza y termina con la observación de la nueva luna. Esto concuerda con los ciclos y ritmos naturales de la vida y el cosmos, que se mueven desde la novedad hacia la plenitud, decayendo para reiniciar el ciclo y así sucesivamente.
La órbita de la luna alrededor de la tierra dura aproximadamente 29.53 días, que es la duración media de un mes lunar. A medida que se desplaza alrededor de la tierra presenciamos lo que llamamos las fases de la luna, creciendo desde que no se ve hasta la luna llena, pasando por el creciente, vuelta al menguante y a la invisibilidad.
El calendario musulmán es un calendario lunar de doce meses. Cada mes consta de 29 días, 5 horas, 5 minutos y 35 segundos. El año lunar de doce meses es 359 días, 11 días más corto que un año solar. Dado que la duración media del mes lunar es de 29.53 días (lo que supone una diferencia de 8 horas y media al año) el calendario se divide en ciclos de 30 años. Durante los primeros 19 años, Dhu’l Hijja tiene 29 días y durante los 11 restantes, tiene 30 días. Esto sitúa al calendario en concordancia con la luna (con una diferencia de tres segundos solamente).
La observación de la luna nueva es relativamente simple, si hay un cielo claro, no cubierto y unas condiciones climatológicas favorables. La luna nueva sale por el Este por la mañana temprano. En el momento en que se puede ver, se pone por el Oeste justo antes de la caída de la noche. Entre el punto por el que sale y el punto por el que se pone, se mueve en un arco.
La luna nueva será visible para los ojos, si las condiciones de la atmósfera son favorables, por un momento justo antes de la puesta del sol y durante hora y media después, o cuando la última luz diurna abandona el cielo. Se puede ver la luna nueva durante este tiempo mirando encima del horizonte hacia el Oeste, por donde el sol se ha puesto.
“Te preguntan acerca de las fases de la luna, di: sirven para indicar a los hombres el tiempo de las prácticas de adoración como es el caso del ayuno y la Peregrinación. (Qur’an: Sura de la Vaca, aleya 188).