Ninguna persona podría jamás igualar al Profeta Muhammad (PB) en generosidad. Todo lo que recibía lo regalaba a los demás y sentía más placer que los que recibían el regalo. Nunca echó a nadie de su casa con las manos vacías y siempre dio preferencia a los necesitados sobre sus propias necesidades. Su caridad era de varios tipos. A veces daba un regalo, a veces compraba una cosa y pagaba más del precio al vendedor; y a veces daba caridad. Aceptaba obsequios de otras personas, pero siempre les daba más obsequios a cambio a ellos.
Muhammad (PB) nunca dijo que no a ninguna solicitud de nadie en su vida. Solía decir que él era sólo un distribuidor y un tesorero y que Al-lah era el Dador de todo. Una vez se le acercó un hombre y vio que su rebaño de cabras se extendía sobre una vasta área. Le pidió ayuda y Muhammad (PB) le dio todo el rebaño de cabras. Volvió con su gente y les dijo que aceptaran el islam, porque Muhammad (PB) era tan generoso que no tenía miedo a la pobreza. Otro hombre le pidió ayuda cuando no tenía nada que dar, así que le dijo al hombre que pidiera prestado en su nombre y que él pagaría el préstamo. Umar, que estaba presente, le preguntó a Muhammad (PB) si Al-lah no le había cargado más de lo que podía soportar. El Profeta (PB) se mantuvo en silencio. Sin embargo, allí estaba presente un hombre que se ofreció a ayudar. Muhammad (PB) sonrió con gran alegría ante su oferta.
Muhammad (PB) era tan generoso que siempre daba algo a cualquiera que le pedía ayuda, pero si no tenía nada, prometía ayuda más adelante. A veces sucedía que Muhammad (PB) compraba un artículo para sí mismo y luego se lo regalaba al vendedor.
En ocasiones, Al-lah bendijo la comida que compartió el Profeta para que se multiplicara y alimentara a muchos. Durante una batalla, había 130 Compañeros con el Profeta. Compró una cabra, la sacrificó y ordenó asar su hígado. Cuando estuvo listo, lo repartió entre todos los Compañeros y guardó una parte para los que no estaban presentes.
Abu Dharr informó que una tarde estaba caminando con el Mensajero de Al-lah cuando dijo: “Abu Dharr, si la montaña de Uhud se convirtiera en oro para mí, no me gustaría que pasaran tres noches y me quedara un dinar, excepto lo que dejara para pagar mis deudas.” Nunca descansaba hasta que todo el efectivo de la casa se acababa por completo. Una vez, el Profeta se fue a casa a toda prisa después de la oración y luego volvió a salir inmediatamente. La gente se sorprendió, pero él les dijo que había recordado durante la oración que había algo de oro en su casa. Pensó que podría olvidarse y que el oro podría quedarse allí toda la noche. Regresó a su casa para hacer que se pudiera dar de inmediato en caridad.
Pagaba siempre las deudas de los muertos y daba instrucciones en el sentido de que si alguno moría dejando alguna deuda, se le informara para que pudiera saldarla.
Cada vez que Muhammad (PB) se encontraba con una persona avara, le aconsejaba que fuera más generoso y caritativo. Ibn Abbas dijo que escuchó al Mensajero de Al-lah decir: “El creyente no es el que come cuando su vecino de al lado tiene hambre”, En resumen, Muhammad (PB) fue tan generoso y caritativo que nunca se quedó con nada excedente, sino que se lo dio todo a quienes acudían a él en busca de ayuda.
Ninguna persona podría jamás igualar al Profeta Muhammad (PB) en generosidad. Todo lo que recibía lo regalaba a los demás y sentía más placer que los que recibían el regalo. Nunca echó a nadie de su casa con las manos vacías y siempre dio preferencia a los necesitados sobre sus propias necesidades. Su caridad era de varios tipos. A veces daba un regalo, a veces compraba una cosa y pagaba más del precio al vendedor; y a veces daba caridad. Aceptaba obsequios de otras personas, pero siempre les daba más obsequios a cambio a ellos.
Muhammad (PB) nunca dijo que no a ninguna solicitud de nadie en su vida. Solía decir que él era sólo un distribuidor y un tesorero y que Al-lah era el Dador de todo. Una vez se le acercó un hombre y vio que su rebaño de cabras se extendía sobre una vasta área. Le pidió ayuda y Muhammad (PB) le dio todo el rebaño de cabras. Volvió con su gente y les dijo que aceptaran el islam, porque Muhammad (PB) era tan generoso que no tenía miedo a la pobreza. Otro hombre le pidió ayuda cuando no tenía nada que dar, así que le dijo al hombre que pidiera prestado en su nombre y que él pagaría el préstamo. Umar, que estaba presente, le preguntó a Muhammad (PB) si Al-lah no le había cargado más de lo que podía soportar. El Profeta (PB) se mantuvo en silencio. Sin embargo, allí estaba presente un hombre que se ofreció a ayudar. Muhammad (PB) sonrió con gran alegría ante su oferta.
Muhammad (PB) era tan generoso que siempre daba algo a cualquiera que le pedía ayuda, pero si no tenía nada, prometía ayuda más adelante. A veces sucedía que Muhammad (PB) compraba un artículo para sí mismo y luego se lo regalaba al vendedor.
En ocasiones, Al-lah bendijo la comida que compartió el Profeta para que se multiplicara y alimentara a muchos. Durante una batalla, había 130 Compañeros con el Profeta. Compró una cabra, la sacrificó y ordenó asar su hígado. Cuando estuvo listo, lo repartió entre todos los Compañeros y guardó una parte para los que no estaban presentes.
Abu Dharr informó que una tarde estaba caminando con el Mensajero de Al-lah cuando dijo: “Abu Dharr, si la montaña de Uhud se convirtiera en oro para mí, no me gustaría que pasaran tres noches y me quedara un dinar, excepto lo que dejara para pagar mis deudas.” Nunca descansaba hasta que todo el efectivo de la casa se acababa por completo. Una vez, el Profeta se fue a casa a toda prisa después de la oración y luego volvió a salir inmediatamente. La gente se sorprendió, pero él les dijo que había recordado durante la oración que había algo de oro en su casa. Pensó que podría olvidarse y que el oro podría quedarse allí toda la noche. Regresó a su casa para hacer que se pudiera dar de inmediato en caridad.
Pagaba siempre las deudas de los muertos y daba instrucciones en el sentido de que si alguno moría dejando alguna deuda, se le informara para que pudiera saldarla.
Cada vez que Muhammad (PB) se encontraba con una persona avara, le aconsejaba que fuera más generoso y caritativo. Ibn Abbas dijo que escuchó al Mensajero de Al-lah decir: “El creyente no es el que come cuando su vecino de al lado tiene hambre”, En resumen, Muhammad (PB) fue tan generoso y caritativo que nunca se quedó con nada excedente, sino que se lo dio todo a quienes acudían a él en busca de ayuda.