La Revelación del Corán

El Corán es la Palabra increada de Dios, revelada entre el 610 y el 632 al Profeta Muhammad (PB)

El Corán es la Palabra increada de Dios, revelada entre el 610 y el 632 al Profeta Muhammad (PB), que no sabía leer ni escribir, con el fin de que la enseñara, a través de su pueblo, a toda la humanidad.

La Revelación comenzó a manifestarse en la Cueva de Hira, donde el futuro Profeta se retiraba a meditar, lejos del culto a los ídolos practicado por la tribu de los Quraish. Algunos versos coránicos hacen hincapié en el carácter revelado del texto sagrado:

“Recita lo que te ha sido revelado de la Escritura y haz la oración”. (29:45)

En cuanto a su sentido teológico, él se define por la entrega realizada por parte de Dios de conocimientos religiosos a Sus profetas. El Mensaje divino les llegó a través de tres vías citadas en este verso:

“Y no es posible que Dios hable directamente al ser humano, sino a través de la revelación o tras un velo o enviándole un Mensajero, para que le sea revelado, con Su permiso, lo que Él quiera. En verdad, Él es altísimo, sapientísimo”. (42:51)

En ocasiones, la Revelación se manifestó al Profeta (PB) en forma de visiones que aparecían en sueños, con una claridad similar a la del alba. A menudo también la Revelación le fue otorgada a través del Ángel Gabriel. En ciertas circunstancias, el ángel se presentó ante él en forma humana y le habló claramente. También se debe tener en cuenta que durante el Viaje Nocturno del Mensajero y su ascenso al Cielo, Dios se dirigió a él desde detrás de un velo como lo hizo con Moisés. Fue en esta ocasión que se prescribió la observancia de las cinco oraciones canónicas.

En general, el Último de los Enviados atravesaba una dura prueba al recibir las partes de la Revelación: primero escuchaba el sonido de una campana en sus oídos; luego entraba en un estado de éxtasis durante el cual el mensajero alado, invisible al ojo, grababa en su memoria los versos del Corán. Poco después, él regresaba a su estado normal y recitaba perfectamente el texto revelado.

Testigos oculares relataron esos momentos en que la Revelación se apoderaba del Profeta (PB), quien, sin moverse, a menudo sentado, y rara vez tendido de espaldas, sudaba profusamente en verano e invierno. La intensidad de la comunicación era tan abrumadora que en una ocasión el camello en el que viajaba se arrodilló a pesar de sí mismo, bajo el peso de su cuerpo, y el muslo de uno de sus Compañeros, en el que apoyaba su pierna, sufrió una fuerte presión. “Por Dios”, dijo el Compañero que vivió esta experiencia, “si no hubiera sido el Mensajero de Dios, habría gritado de dolor y habría retirado mi pierna”.

Fue una revelación divina que el Ángel Gabriel dio a conocer a Muhammad (PB): “¡Juro por la estrella cuando se oculta! Vuestro compañero no se extravía ni se equivoca y no habla conforme a su deseo, sino que es una inspiración que se le revela” (53:1-4)

Aunque Dios está más cerca del hombre que de su vena yugular, no obstante, designó al Ángel Gabriel, como se ha visto, para que diera a conocer al Profeta el Mensaje divino. El Enviado del Señor de los Mundos le transmitió lo que se le había dictado, sin amputar ni una palabra del texto, ni manipular las ideas agregando o quitando otras.

“Esta es la Escritura (Sagrada), exenta de dudas. En ella hay una guía para los temerosos de Dios. Aquellos que creen en lo que está oculto a los sentidos, hacen la oración y, de lo que Nosotros les proveemos, reparten. Aquellos que creen en la revelación que se hizo descender para ti y en la revelación que se hizo descender antes de ti y que tienen certeza de la otra vida. Esos son los que siguen la guía procedente de su Señor y esos son los triunfadores”. (2:1-5)

Dios habló al Profeta (PB) y, a través de él, se dirigió a toda la humanidad:

“¡Oh, Mensajero! ¡Transmite lo que ha descendido a ti procedente de tu Señor!” (5:67)

El Corán fue la última revelación así que fue una absoluta necesidad que no se produjera ninguna alteración hasta el fin de los tiempos. Por eso Dios le dio al Libro tanta fuerza, para que los altibajos de los siglos no pudieran ocultarlo de ninguna manera.

Dios reveló una ley perfecta y decidió que debía permanecer en tal forma hasta el Día de la Resurrección. Fue así que el Islam fue proclamado la religión de Dios:

“Hoy he completado vuestra religión y he consumado Mi bendición sobre vosotros y estoy satisfecho de haberos dado como creencia el Islam” (5:3). “Ciertamente, la religión (verdadera) ante Dios es el Islam” (3:19)

FuenteMundoislam
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