Recibir en cada momento, como si fuera el último, el más importante y el único, recibir en los momentos difíciles y en los momentos de prosperidad, recibir con sonrisas y con llantos, los nuestros y los de los otros, recibir y cosechar los frutos. Recibir es aceptar. Se puede aceptar con alegría y a regañadientes. Aquel que recibe con alegría, libera su alma y contribuye al bienestar universal.
El que acepta a regañadientes o no acepta se cierra y se enferma liberando ondas negativas que le van a dañar y a propagar la coerción y el dolor a su alrededor.
Recibir sin ningún interés personal, solo por amor a Dios, por amor a la humanidad, por amor al amor. Esta es la verdadera hospitalidad. Las virtudes de la generosidad y la hospitalidad están íntimamente relacionadas y por eso son tan importantes en el Islam. De hecho, el Profeta del Islam (PB) dio refugio y cobertura a un grupo de compañeros en un espacio contiguo a su hogar personal.
Esta principal virtud de la hospitalidad es un camino de desarrollo espiritual de uno mismo. Solo uno que es consciente de la unidad de la humanidad puede comportarse tan generosamente con su prójimo y solo la confianza ilimitada en Dios le permite actuar con tanta liberalidad. Es en este sentido que el Profeta dijo: “El que cree en Dios y en el Último Día es generoso con su invitado”. Y si uno puede extraer una sabiduría de este dicho, diría: Recibamos al que viene a nosotros, a nuestro hogar o a nuestra vida con alegría y ofrezcámosle lo que tenemos, incluso aunque sea solo un vaso de agua como señal de bienvenida.
En algunos países de mayoría musulmana, la llegada de un huésped se honra dándole la bienvenida con leche y dátiles y los que llegan a algunas islas del Pacifico reciben una bienvenida con collares de flores. En nuestro mundo occidental, que tristemente tiende a deshumanizarse cada vez más, es más necesario que nunca preservar la virtud de la hospitalidad que en todas las religiones reveladas es tan importante. Para ser plenamente conscientes de esta realidad, los musulmanes se recuerdan mutuamente que el invitado es enviado por Dios mismo y que él es el invitado de Dios. Y en este estado mental, los musulmanes afirman que deben dar la bienvenida a cada persona como si fuera el Profeta Jidr, el Verde, que acompañó a Moisés (Musa).