Bots anónimos propagan la islamofobia a través de las redes sociales. Se trata de dispositivos automáticos que amplifican los mensajes racistas y xenófobos en medios 2.0 como Facebook, Twitter, etc. Actúan desde identidades falsas o ficticias para alimentar el discurso del odio contra los musulmanes de todo el mundo, en especial, después de atentados terroristas o conflictos sociales. Funcionan tanto redistribuyendo material procedente de cuentas reales como captando la atención de otros perfiles humanos con fake news o manipulaciones informativas.
Investigadores de la entidad sin ánimo de lucro Hope not hate han analizado el comportamiento de internautas y blogs de este tipo para descubrir cómo se valen de esta estratagema y han llegado a la conclusión de que “todo vale” para aumentar el volumen de sus audiencias. La mentira, la alteración de imágenes, la descontextualización de datos, etc. se ponen al servicio de activistas como Pamela Geller, cuyos mensajes en Twitter se han beneficiado del apoyo de 102 robots.
La página de esta política estadounidense, conocida por sus escritos y acciones en contra del Islam, duplicó su audiencia mensual gracias a esta táctica. Para Patrik Hermansson, miembro de Hope not hate, este crecimiento es “alarmante”, puesto que, cuanto más público consiguen atraer las webs islamofóbicas, más se difunden sus mentiras y exageraciones. Ello dificulta la convivencia, incrementa la tensión y favorece el ascenso de partidos y organizaciones de extrema derecha.
Bots anónimos propagan la islamofobia a través de las redes sociales. Se trata de dispositivos automáticos que amplifican los mensajes racistas y xenófobos en medios 2.0 como Facebook, Twitter, etc. Actúan desde identidades falsas o ficticias para alimentar el discurso del odio contra los musulmanes de todo el mundo, en especial, después de atentados terroristas o conflictos sociales. Funcionan tanto redistribuyendo material procedente de cuentas reales como captando la atención de otros perfiles humanos con fake news o manipulaciones informativas.
Investigadores de la entidad sin ánimo de lucro Hope not hate han analizado el comportamiento de internautas y blogs de este tipo para descubrir cómo se valen de esta estratagema y han llegado a la conclusión de que “todo vale” para aumentar el volumen de sus audiencias. La mentira, la alteración de imágenes, la descontextualización de datos, etc. se ponen al servicio de activistas como Pamela Geller, cuyos mensajes en Twitter se han beneficiado del apoyo de 102 robots.
La página de esta política estadounidense, conocida por sus escritos y acciones en contra del Islam, duplicó su audiencia mensual gracias a esta táctica. Para Patrik Hermansson, miembro de Hope not hate, este crecimiento es “alarmante”, puesto que, cuanto más público consiguen atraer las webs islamofóbicas, más se difunden sus mentiras y exageraciones. Ello dificulta la convivencia, incrementa la tensión y favorece el ascenso de partidos y organizaciones de extrema derecha.
Una autoridad en esta materia, el profesor Grabriele Marranci, de la Macquarie University, en Sydney (Australia), considera que los musulmanes “se encuentran proyectados sobre nuevas dimensiones globales”, lo que, en ocasiones, les perjudica, aunque esta misma circunstancia también les puede ayudar, ya que sus problemas pueden ser expuestos a gran escala y atraer a quienes les apoyan o les manifiestan su solidaridad, por muy lejos que estén físicamente.