“Creer” significa estar convencido de la autenticidad de algo. Una persona que cree en algo que está probado por ciertas evidencias no puede permitirse el lujo de creer o no. Por ejemplo, es imposible para un ser humano no creer en el sol que ve en un día despejado. Él no puede albergar dudas diciendo: “¿Debo creer esto o no?” De esta forma, la duda a la hora de creer una verdad iluminadora, como el sol, que puede ser visto también por el ojo del razonamiento, es un signo de ignorancia.
La creencia del Islam está basada en la creencia en Dios y el Más Allá. El creer verdaderamente en ellos viene como resultado de creer que el Profeta Muhammad es el Mensajero de Dios y que el Corán es la auténtica palabra de Dios. Según esto, el primer recurso es el Corán porque el Libro es algo que podemos tocar y ver con nuestros ojos corporales, y un tesoro de milagros que procede de su identidad divina y que percibimos con el ojo del razonamiento y el corazón. En este caso, creer en el Islam significa creer lo que dice el Corán.
– Cuando un estudiante ignora la importancia de estudiar y las amargas consecuencias de no hacerlo, él pasa los días con sus amigos divirtiéndose y entreteniéndose.
El ignorar las verdades y olvidar las fases de la dación de cuentas y la tortura, que comienzan después de la muerte pueden suponer un placer temporal en este mundo transitorio. Ellas son como una “miel envenenada”.
– El Corán nos informa de lo siguiente muchas veces en cientos de versos que contienen claridad y certeza: si una persona cree en la religión del Islam y actúa en base a esa creencia, tendrá una vida eterna feliz en el Paraíso, que es uno de los reinos del Más Allá, y nunca morirá ni sentirá ningún tipo de dolor. Por otro lado, el que no cree en las verdades que el Islam enseña estará aprisionado en el Infierno para siempre.
Es posible que una persona que realmente cree ignore estas dos verdades, es decir, que el resultado de creer es ir al Paraíso y el resultado de no creer es la tortura eterna, y diga: “No me importa. Estas cosas no me interesan. Yo disfruto de la vida. No quiero molestarme en pensar en estas cosas”.
¿No es increíble que una persona tema un arresto de dos días y encuentre necesario abandonar importantes placeres y diversiones para no caer en esta situación, pero se muestre insensible frente al encarcelamiento del Infierno? ¿Qué razonamiento hace posible que una persona trabaje para esta vida corta día y noche y haga frente a los desafíos, pero no camine por la vía que conduce a un reino eterno como el Paraíso?
Es un principio inmutable de la naturaleza humana el evaluar y percibir los hechos según el juicio que gobierne su mente y su corazón. Así por ejemplo, un individuo pesimista lo evalúa y percibe todo desde un punto de vista pesimista y su vida es diseñada conforme a él. Por otro lado, un individuo optimista mira todo desde un punto de vista optimista y evalúa su vida de acuerdo a él. Las gafas rojas nos permiten ver el ambiente con un tono rojo; del mismo modo, las gafas negras también nos permiten ver el ambiente como negro.
Dado que un no creyente piensa que el universo no tiene sentido y es sólo un juego de coincidencias, todo parece sombrío y doloroso para él. Y dado que un creyente conoce que todo tiene sentido, es beneficioso y está bajo el control del cuidado y las órdenes de Dios, todo le parece encantador y pacífico.
Si no hubiera existido la luz de la creencia traída por el Profeta Muhammad (PB) y el Islam, la humanidad no habría sido capaz de analizar y comprender los hechos que tienen lugar en el universo. De este modo, la humanidad habría caído en una extrema oscuridad y desesperación.
Así por ejemplo, un individuo que no cree en el Más Allá ve la muerte como una aniquilación y no existencia. Él considera también la tumba como un pozo de no existencia. Por el contrario, un individuo que tiene la luz de la creencia ve la muerte como el principio de un reino eterno y la tumba como una puerta hacia la felicidad eterna. Él no ve la muerte como una fuente terrible de separación, sino como un medio para volver a encontrar a sus amigos y parientes.
Un incrédulo ve el universo como un conjunto de cosas desagradables, como un tanatorio donde existe sólo lamento y pesar. Él percibe todo y a cada ser humano como hostiles y extraños. El ojo del corazón, que está iluminado con la luz de la creencia, considera el fin de su vida terrenal del mismo modo que hace un soldado feliz que ha completado su servicio y que se dispone a volver a su hogar. Él ve a cada ser humano como un soldado de Dios o como un sirviente civil, pero no como un extraño o una persona hostil.
Además, el ser humano es altruista por naturaleza. Es decir, es una criatura social que se convierte en feliz con los placeres de otros y que sufre con la tortura de otros. Mientras todo el mundo sufra torturas es imposible que él sienta el placer de la vida.
Sin embargo, una persona sin fe considera este mundo como algo sin sentido y a los seres humanos como desgraciados objetos que están condenados a la inexistencia. Desde este punto de vista, el universo es como una casa de lamento. Él ve a todos sus semejantes como huérfanos que se lamentan. Con el fin de ser feliz en un estado psicológico semejante, es necesario silenciar la mente y los sentimientos, como si fuera un animal, o tener un corazón de hielo que no presta atención a la gente que hay a su alrededor. Dado que ambos casos son imposibles, hay que decir que no es posible alcanzar la auténtica felicidad a través de la negación y la incredulidad.
Una persona que se sienta molesta por la luz y el color brillante del sol y cierre sus ojos, traerá la noche sólo para sí misma.