Ataviados con ropa holgada que no ciñe sus cuerpos, hombres y mujeres musulmanas acuden a rezar.
Al ingresar a la sala de oración de la mezquita de Quito se quitan los zapatos y caminan por la alfombra. Silenciosamente y en voz baja, los hombres se colocan en la parte delantera de la sala, y en la parte posterior, separadas por un tabique, lo hacen las mujeres.
La ceremonia se repite a diario, pero hoy el rito es especial, pues se celebra el Ramadán.
La festividad, dedicada al descenso del cielo a la tierra, según la palabra de Dios escrito en el Corán, exige a sus creyentes abstenerse de comer, beber y otros placeres corporales antes del amanecer hasta que se oculta el sol.
Sudana Estrada, una ecuatoriana convertida a musulmana hace 18 años, manifiesta que esta festividad aumenta el crecimiento espiritual y autocontrol, además de fortalecer el vínculo con Dios.
Esta añade que el festejo obliga a los fieles a ponerse en el lugar de las personas menos afortunadas, eliminando actos negativos dedicándole tiempo a la reflexión y devoción a Dios.
Muhammad, un joven canadiense graduado de teología, fue enviado con el propósito de enseñar y aclarar los malos entendidos existentes acerca de la religión a los ecuatorianos a través de espacios de diálogo.
Además de las obras relacionadas a la mezquita, el joven maneja el espacio “Café, pastel e Islam”, que se realiza en las dos ciudades mensualmente.
Su trabajo espiritual ha recibido reacciones positivas, por lo que admite que “la gente es muy buena cuando les hablas del islam”, aunque reconoce que existen ciertas personas que tienen un mal concepto y no quieren que lo haga.
El misionero considera que la comunidad transmite con su labor mensajes de paz y amor. No obstante admite la dificultad que enfrentan las mujeres musulmanas para vivir la fe, puesto que prevalecen los prejuicios en sociedades como la nuestra, especialmente por el uso de su vestimenta tradicional. Así como otros obstáculos al momento de solicitar un empleo u oportunidades en el ámbito escolar a causa de los estereotipos.
Con él concuerda Estrada, quien se convirtió a esta religión por su esposo y ha criado a su hijo dentro de ella. Indica que transmitir el islam es importante para que no se malinterpreten los principios de la fe.
“El Islam es paz, no hay violencia, no hay agresividad. Todo es para Dios”, agregó.
El Ramadán se extenderá hasta el 14 de junio. Pero más allá de los sacrificios del ayuno, los feligreses esperan que, al cierre de esta festividad, en sus vidas se refleje la purificación del alma y cuerpo, ayudándolos a liberarse de lo negativo y conservando solamente la paz y la fe.