El historiador y filósofo norteamericano Will Durant (1885-1981), describió, en su famoso libro La historia de la civilización, cómo fue el avance de la civilización islámica en las ciudades con el comienzo del islam, y remarcó la absoluta oscuridad de muchas ciudades europeas que “aún no estaban iluminadas por la noche”.
Ningún viajero del tiempo puede adivinar el profundo asombro que le sobrevendrá cuando recorra la historia de la urbanización de las ciudades islámicas. Los musulmanes conocieron el concepto de “ciudad” a una edad muy temprana, con el inicio de la migración del Profeta Muhammad, y entendieron cómo se debía construir el bloque básico para el establecimiento de un gran estado central que se mueve a una velocidad vertiginosa, floreciente y civilizada.
La ciudad islámica es un espacio donde la urbanización, la perfección y lo humano se emplean de una manera estética y recíproca a la vez, teniendo como eje central la mezquita, que se erige como un faro que domina la ciudad e inspira el movimiento de sus residentes.
El Islam busca que la urbanización consolide el principio de hermandad y solidaridad. A modo de ejemplo, Madina, la ciudad del Profeta, antes de la migración estaba dividida en barrios residenciales separados entre sí y prácticamente sin comunicación entre ellos. Existían barrios para las distintas tribus de la ciudad, también barrios para los judíos y barrios para los recién instalados.
El Profeta Muhammad dispuso unir dichos barrios de manera tal que las conexiones entre ellos fueran fluidas y fructíferas para que la gente pudiera interactuar entre sí, consolidando el concepto “vecinos unidos en espacios comunes”.
Se construyeron instalaciones públicas educativas, de salud, de socorro, y se puso mucho empeño en redes viales y sus diversos servicios. Entre los servicios de la calle se encontraba el alumbrado. La iluminación era de varias fuentes y tipos, incluyendo velas, antorchas, faroles pequeños y grandes, y lámparas de vidrio de colores. Las casas estaban provistas de medios de iluminación que colgaban de sus balcones, su fuerza y densidad eran suficientes para que sus luces inundaran las calles.
Las instalaciones deportivas también se hicieron presentes. El estadio Verde de Damascos y la plaza Mayor de Bagdad reunían todos los años a competidores de diversas actividades como las carreras de caballos, camellos, la esgrima y otras tantas.
La ciencia sólo abunda donde abunda la urbanización y florece la civilización, porque el aprendizaje del saber no es más que la historia misma.