La Mérida de Al Andalus

Bruno Franco Moreno, doctor en Historia Medieval y coordinador del Departamento de Conservación del Consorcio, ha investigado sobre ‘kura de Marida’.

Su publicación se ha centrado en los asentamientos y el territorio de la zona de influencia de Mérida durante la época Omeya, lo que en ese momento se podía considerar la frontera de Al-Andalus.

El reciente trabajo aporta mucha documentación gráfica sobre el urbanismo de la ciudad, los poblamientos, los itinerarios o la sociedad de la época.

Su fuente principal, explica, han sido los textos que se conservan de los autores que vinieron a Mérida con los Omeyas.

En estos trescientos años –desde la llegada de los musulmanes en el 713 hasta la caída del califato en el siglo XI– cronistas y geógrafos plasmaron con cierta precisión la vida de Mérida.

La documentación bibliográfica se ha contrastado después con la información de las intervenciones arqueológicas.

Los asentamientos ya documentados han sido el punto de partida del investigador del Consorcio. Se ha centrado, por ejemplo, en actualizar las rutas que había entre esos enclaves dispersos.

Pero lo más relevante de esta publicación viene porque ha identificado y actualizado los gobernadores que residían en Mérida con jurisdicción sobre el resto de la provincia. «Se habían recogido pero muy parcialmente, sin actualizar y ya tenemos una idea más clara de este poder político».

También ha desvelado el nombramiento de los sabios, los ulemas y los jueces de la Mérida Omeya, igualmente desconocidos hasta ahora.

Concretar la identidad y temporalidad de gobernadores, sabios y jueces ayuda a conocer mejor el funcionamiento de la ciudad, de ahí el interés de Bruno por esta época.

El periodo Omeya en Mérida ha generado en los últimos veinte años mucha información por las intervenciones arqueológicas.

Pero este periodo siempre queda a la sombra por la trascendencia del esplendor romano o la extensa documentación sobre el xenodoquio y la vida de los santos padres emeritenses, los obispos de los primeros siglos del Cristianismo en Mérida, entre el 530 y el 605.

Incluso estaba mal visto dentro de la historiografía, confiesa el propio autor.

En la fase islámica, los Omeyas mantienen el esplendor de la ciudad y parte de la documentación de esa época todavía está por actualizar. Cuando cae en desgracia el califato, se convierte en un núcleo menor y se reduce también los registros históricos. Los historiadores se centran entonces en la ciudad naciente en lo que hoy es Badajoz, a finales del siglo IX.

Pero hay que tener en cuenta, advierte el autor, que Mérida fue la ciudad andalusí más relevante durante los primeros siglos de la civilización musulmana.

Su influencia o provincia abarcaba la Extremadura actual y parte de Portugal. En Mérida reside el gobernador de la provincia nombrado por el emir de Córdoba y todos sus altos cargos.

Esta relevancia se traduce en la construcción de la Alcazaba, el edificio de estas características más antiguo que se conserva en la península Ibérica. Conviven en ese momento los musulmanes con las comunidades cristianas –todavía mantenían cierto vigor– y la judía, que según se ha constatado se trata de una de las comunidades más numerosas.

En el siglo octavo, el que puede considerarse el primero de mayoría musulmana, la convivencia no se quiebra, de ahí el esplendor de la ciudad.

Los enfrentamientos surgen en el tránsito al noveno.

Y el declive de Mérida viene, precisamente, por esas disputas dentro de la ciudad. Ante la inestabilidad, la cancillería Omeya decide en el 868 arrasar la muralla, reducir la medina y fundar Badajoz.

En el 868, explica Bruno Franco Moreno, se han documentado roturas en la muralla equidistante cada veinte metros.

Hasta convertirla en una sucesión agrietada sin defensa alguna.

Las antiguas calles romano visigodas se van enterrando y se construye encima. En el siglo noveno ya se percibe un urbanismo totalmente islamizado. De calles estrechas y adarves sin salida, tan característicos del norte de África. De esa transformación urbanística dejaron documentación los geógrafos de la época.

El apagón viene con el enfrentamientos entre los muladíes –autóctonos de la zona que se convierten al islam– y los bereberes, que reniegan del poder central.

No hubo entendimiento y los sufre la ciudad, inicia su decadencia y cuesta encontrar información. Gobernadores, jueces y sabios abandonan. Se centran en otras ciudades.

Con la paz que nunca llegó entre bereberes y muladíes, Mérida hubiera seguido creciendo, probablemente nunca se habría fundado Badajoz y hoy sería una capital de más trescientos mil habitantes.

Con la decadencia, la ciudad indefensa pierde población y parte del extrarradio quedó bajo la vegetación, que se encargó de proteger lo que se abandonó.

FuenteHoy.es
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