Mezquita de Ibn Tulun, una reliquia del arte islámico

La mezquita de Ibn Tulun pervive como una de las reliquias del arte islámico egipcio en las entrañas del Cairo Viejo, corazón de la urbe dominado por centenarias edificaciones color ocre.

Tal vez por ser la tercera más grande del mundo, la más antigua del país que sobrevive o por conservar casi la totalidad de sus elementos originales, el templo musulmán resulta tan atractivo como otros vecinos de mayor fama.

Cerca de la conocida Plaza de las Mezquitas, cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, Ibn Tulun permanece erguida en lo alto de una colina desde el 879, gracias al gobernante de igual nombre ligado a la fundación de Al-Qahira, (El Cairo), quien ordenó levantar el colosal conjunto en unos 26.500 metros cuadrados, afirman apuntes históricos.

Según la tradición oral, el hallazgo de un gran botín permitió financiar la obra a Ahmad Ibn Tulun, quien llegó a estas tierras como representante de un califa abasí y logró fundar la primera dinastía independiente del Egipto islámico: la de los tuluníes.

Aislada de los ruidos del mundo exterior por muros que rodean los internos, la casa de culto sorprende a primera vista por su fachada, donde abundan los ventanales al estilo árabe, que la mantienen fresca durante todo el año.

El decorado superior de las murallas es otro de los detalles destacados al simbolizar la unidad de los musulmanes, mediante figuras humanas tomadas de las manos, comentó a Prensa Latina el arqueólogo Mohamed Abdelgawab.

Atraen las miradas de los visitantes los arcos, viejas lámparas de aceite y el mimbar (púlpito) hecho con pequeños fragmentos de cedro libanés, todos conservados con celo hasta la actualidad, sin olvidar el amplio patio en cuyo centro perdura la fuente en la cual los fieles realizaban las abluciones, un ritual de purificación asociado a la religión.

Pero sin dudas el minarete con su escalera lateral en forma de caracol es una de las joyas de ese sitio, desde donde es posible apreciar unas de las panorámicas más sorprendentes de El Cairo con su asimetría característica, debido a la confluencia de añejas casonas, mezquitas como la de Alabastro dentro de una fortaleza medieval y modernos rascacielos.

A sus pies late el barrio de Sayeda Zainab con los aromas típicos de Egipto entre los que predomina el olor del pan árabe, cocido a la vista de los transeúntes en pequeños establecimientos.

Abierta al público no obstante la pandemia de la Covid-19, la amplitud del templo y una menor afluencia de turistas por esta época, permite un recorrido casi en solitario escrutando cada uno de sus pasadizos y muros, que en cierto momento acogieron a Ibn Tulun para presidir las oraciones colectivas y más tarde sirvieron de refugio a peregrinos.

Apartada, prácticamente en silencio, permite percibir los ecos de otros tiempos, atar fragmentos de la gran historia egipcia y secretos de su actual capital surcada por El Nilo donde no faltan curiosidades como sus fuentes públicas, recintos de adoración, bazares del Medioevo e incluso una necrópolis bautizada como la ciudad de los muertos.

FuentePrensa Latina
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