Ni Luján, ni Cobacho, ni Orihuela, ni Ballesta, ni Batlle. Ni siquiera Loustau. El primer Rector de una universidad murciana tenía un nombre mucho más complicado, tan complicado como Mohammed Ibn Ahmed Ibn Abu Bakr, conocido por todos en su época como Al-Ricotí.
Nacido en Ricote en el siglo XIII, vivió entre su pueblo y Murcia durante décadas. Fue considerado uno de los mayores científicos de su época, un hecho que no pasó desapercibido para Alfonso X el Sabio, tan preocupado siempre por la cultura de su tiempo. El primer centro de estudios superiores en Murcia llegó en forma de Madraza árabe, bajo la dirección de Al-Ricotí, a quien le encomendó su organización un Alfonso X aún infante, a finales de la primera mitad del siglo XIII (entre 1243 y 1245).
A Al-Ricotí, lo podríamos considerar, pues, el primer rector de una universidad murciana. En aquella madraza se enseñaba Filosofía, Lógica, Geometría y Medicina, así como Derecho y Matemáticas, actividades todas ellas que dominaba, además de la Retórica, Dialéctica y Música. Y Al-Ricotí podía enseñarlas indistintamente en árabe, hebreo, latín y romance.
La madraza estaba organizada a imitación de la Escuela de Traductores de Toledo, y en aquel centro de estudios se mezclaban como estudiantes tanto cristianos como musulmanes y judíos, compartiendo aulas y saberes.
Se desconoce su lugar de emplazamiento, aunque hay quien la sitúa en el recinto del Real de Monteagudo. En cuanto a su final, aunque es controvertido, parece que estuvo en torno a 1272, año en el que el monarca sabio cedió unos terrenos a los dominicos en los que establecerían su centro de estudios, que está considerado, como marca el escudo de la Universidad de Murcia, el año de la primera fundación cristiana de nuestro centro de estudios.
Así pues, aquel año de 1272, se convertiría en una fecha gozosa y triste a la vez para el centro de estudios: el de la desaparición y la fundación de una universidad en Murcia.
Aunque era un fiel musulmán, Al-Ricotí siempre creyó que las diferentes disciplinas del pensamiento y la ciencia podían enseñarse y aprenderse sin que la religión irrumpiera en ellas. De ahí que siempre se negara a abrazar el cristianismo, como le ofreció reiterada e insistentemente su amigo Alfonso X.
El dibujo reproduce una acuarela del pintor murciano José María Falgas, realizada hace cuarenta años, en la que reprodujo la vestimenta y el rostro que bien pudo tener el sabio de Ricote.