Nada más fallecer, su cuerpo fue lavado y amortajado con un lienzo blanco. Se colocó el cadáver sobre un tablón y, precedido por un imán que iba recitando versículos de El Corán, fue conducido hasta el cementerio de la ciudad. Se excavó una fosa, de unos 40 centímetros de profundidad, y se le colocó orientado hacia La Meca. No se incluyó ningún ajuar, aunque la tumba fue marcada con una maqbriyya (estela) en su cabecera. Sucedió hace más de 800 años y ahora el informe multidisciplinar.
Estudio de la necrópolis de Saad Ben Mali y evolución del paisaje a través de una intervención arqueológica en la calle del Agua de Cartuja (Granada), redactado por nueve especialistas de la Universidad de Granada y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), revela los resultados del análisis al que fueron sometidos los 40 cuerpos recientemente hallados en las excavaciones realizadas en el barrio granadino de San Lázaro. Así, los expertos han conseguido determinar las enfermedades más corrientes entre la población antes de la toma de la ciudad por los cristianos en 1492 y hasta la estatura media de los habitantes: 163,28 centímetros para los hombres y 157,95 para las mujeres, entre 10 y 15 centímetros más bajos que los actuales españoles.
Desde el siglo XII en las postrimerías del Arco de Elvira, en el actual centro de Granada, se levantaba la necrópolis más importante de la entonces ciudad nazarí, el cementerio de Saad Ben Malik, que tomó el nombre del poeta Sahl ben Mohammed ben Malic Abulhasan. El viajero alemán Jerónimo Münzer aseguró en 1494 que era “dos veces mayor que todo Núremberg”. Tenía forma hexagonal y estaba rodeado por nueve manzanas de casas y por cinco edificios considerables”, según el estudio.
Tras la expulsión de los musulmanes por los Reyes Católicos, las mezquitas y camposanto que conformaban la necrópolis dejaron de tener sentido. “Una orden real del 14 de abril de 1500 autorizó el uso de los materiales de construcción de las estructuras funerarias [musulmanas] para la edificación de edificios religiosos [cristianos], como es el caso del monasterio de los Frailes Jerónimos, al que seguirían las parroquias de San Cristóbal y Santo Domingo». Unos meses después se aprobó la clausura definitiva de todos los cementerios islámicos. En 1501, los reyes cedieron a la ciudad “todos los osarios en que se acostumbraban a enterrar los moros» para levantar el nuevo barrio de San Lorenzo, el Hospital Real, el convento de la Merced, la parroquia de San Ildefonso, el convento de los Capuchinos, el Campo del Triunfo y las respectivas plazas de toros previas a la actual.
Poco más de cinco siglos después, el Ayuntamiento dio permiso para la construcción de un nuevo edificio en un solar del número 10 de la calle del Agua, pero antes, y dado que esta zona formaba parte del desaparecido cementerio, se llevaron a cabo las obligatorias excavaciones arqueológicas.
Ahora, los resultados de estos trabajos -codirigidos el arqueólogo David García González y el geólogo José Antonio Lozano Rodríguez- han determinado que la necrópolis tuvo tres niveles de enterramiento con superposición de tumbas. Las capas, a lo largo de los siglos, se fueron formando a consecuencia de grandes avenidas cargadas con sedimentos procedentes del río Beiro. Las inundaciones debieron de producirse debido a la creciente deforestación que se estaba llevando a cabo de las partes altas de la ciudad medieval. La excavación arqueológica ha permitido, no solo aportar datos sobre la necrópolis, sino también poder reconstruir el paisaje de este sector de la capital del reino nazarí desde la primera ocupación, en la Edad del Bronce, hasta la actualidad.
En total se documentaron 40 individuos, de recién nacidos a personas que murieron con más de 60 años, tanto hombres como mujeres. Todos los cuerpos estaban orientados hacia el sureste y la mayoría en decúbito lateral. Sufrieron en vida patologías degenerativas e infecciosas en las articulaciones de los huesos largos, así como en las zonas musculares “por el desgaste físico al que estaban sometidos”. Igualmente, muchos estaban aquejados de artrosis en la columna vertebral y en las articulaciones “por sobrecarga mecánica”, además de sufrir enfermedades peridentales “como caries, pérdida de piezas dentales y sarro, dada la escasa higiene dental”. Sin embargo, y sorprendentemente, las enfermedades de carácter infeccioso eran prácticamente inexistentes.
En el análisis de las modificaciones corporales, se ha descubierto también un importante desarrollo muscular “en hombros y brazos, lo que sugiere que, sobre todo los varones, estaban sometidos a una fuerte presión de carga y desgaste mecánico en sus brazos y su espalda”.
La datación por Carbono 14 ha confirmado que todos los enterramientos se realizaron entre los siglos XII y XV, momento en el cual Granada pasó a manos de los cristianos y la necrópolis comenzó a ser usada como campamento militar por las tropas reales hasta que se alzaron las primeras casas sobre el ya innecesario asentamiento castrense. Luego, llegó el desarrollo urbano y un solar que había quedado vacío pero que tenía una historia que contar.