
Frente a la furia destructiva de Daesh y en medio del campo de ruinas que dejaron en su estela fatal, la fraternidad humana entre dos familias iraquíes, una musulmana y otra cristiana, demostró ser más fuerte que cualquier otra cosa.
El narrador de esta hermosa historia, que ha supuesto un rayo de esperanza en un cielo oscurecido por el oscurantismo mortal, es Paul Thabit Mekko, un sacerdote caldeo, que no encuentra palabras para expresar su gratitud al hombre cuya valentía alaba. Un hombre musulmán de Mosul que arriesgó su vida escondiendo en su casa durante tres años dos preciosos manuscritos cristianos.
Fue en 2015, cuando los combatientes del Daesh sembraban el terror en la región, sin escatimar a nadie y aniquilando todo a su paso, que este musulmán iraquí descubrió por casualidad, cerca del monasterio caldeo de San Miguel, dos textos antiguos enterrados bajo las ruinas.
A primera vista, se dio cuenta muy rápidamente de que estaba en posesión de dos documentos sagrados antiguos de incalculable valor. Él comprendió aún más rápido de que si no actuaba estarían condenados a desaparecer en un paisaje de desolación. Como esta idea era insoportable para él, se impuso una obligación: conservar con cuidado, al abrigo de los ojos y las fuerzas del mal, estos dos tesoros del patrimonio cristiano, mientras esperaba el día en que tendría la suerte de entregarlos a los representantes del clero ortodoxo cristiano sin temor a represalias de Daesh.
“Tenía miedo, sabía que había desafiado a los terroristas y que lo matarían si lo descubrían”, dijo el padre Paul Thabit Mekko con profunda emoción.
El día de la liberación llegó finalmente en julio de 2017 cuando el Ejército iraquí entró en Mosul. Vinculado por una amistad inquebrantable con su vecino cristiano durante más de veinte años, este héroe musulmán se apresuró a revelarle su pesado secreto para pedirle consejo sobre el procedimiento a seguir. Impresionado por su heroico acto de resistencia, su amigo cristiano sugirió que se dirigiera a un representante de la comunidad caldea en Erbil, la capital de la Región Autónoma del Kurdistán, en el norte de Iraq.
Y él así lo hizo, redoblando su prudencia y anonimato, porque el protector musulmán de dos textos sagrados cristianos temía la represalia de las “células durmientes” del grupo terroristas.
Advertido de la existencia de estos dos textos, el sacerdote y erudito Paul Thabit Mekko, quien adivinó de inmediato su procedencia, la Iglesia Ortodoxa Siriaca de la Inmaculada, demolida por Daesh, los cuida hoy con especial atención hasta que se encuentre a sus dueños legítimos.
«Fui a Mosul hace unos días, donde conocí a los dos vecinos, el cristiano y el musulmán. Este último me entregó ambos manuscritos. Contienen las oraciones de la mañana y de la tarde en el rito ortodoxo sirio”, dijo el padre Mekko.
Él sacerdote estará conmovido para siempre por esta hermosa historia de la fraternidad humana, capaz de superar la locura asesina de los hombres, pero también por la excepcional temeridad mostrada por su protagonista principal, un padre de familia musulmán de Mosul, que tuvo el honor de transmitir este mensaje: “Cuando se despidió después de entregarme los manuscritos, el musulmán quiso enviarme un mensaje: los musulmanes no tienen nada que ver con el Daesh”. Muchos musulmanes consideran que los cristianos son hermanos y están dispuestos a poner sus vidas en peligro para salvar un texto cristiano. ¡Qué coraje!”.