
Las primeras traducciones de texto científicos al árabe se realizaron por iniciativa del
príncipe omeya Jalid ibn Yazid (m. c. 704), conocido por el sobrenombre de “El Sabio”. Resignado a no poder acceder al trono, Jalid buscó consuelo en el estudio de las ciencias y, deseando dedicarse a la alquimia o química (al-kimiya), mandó llamar a algunos filósofos griegos residentes en Egipto —buenos conocedores de la lengua árabe— para que le tradujeran los más importantes tratados de dicha disciplina, incluyendo algunos libros egipcios traducidos al árabe con la ayuda de un monje egipcio, Mariano.
Aunque la tradición asegura que el propio Jalid fue un notable alquimista o químico, lo cierto es que los dos grandes nombres de este temprano período son los de Yafar al Sadiq (699 – 765) y, sobre todo, su discípulo Yabir ibn Hayyan (725 – 815). Este último (conocido en Occidente como Yeber) es un personaje cuasilegendario al que se atribuyen cerca de tres mil obras —las cuales ejercieron un abrumador influjo sobre los alquimistas posteriores. En un corto período, él pasó de la alquimia a la pura química y ha pasado a la historia de la ciencia.
Hay que señalar aquí también los nombres de Dhu-Nun a Misri (m. 861) y Abu Bakr al Razi (m. 864). Al Razi aceptó la teoría de Yabir con respecto al sulfuro y el mercurio como componentes de los metales y describió su investigación química en un laboratorio. Según Al Razi, los procedimientos químicos comprendían destilación, solución, calcinación, evaporación, cristalización, sublimación y filtración. Su trabajo de laboratorio hizo avanzar la ciencia de la farmacia.
Otros alquimistas son el andalusí Maslama al Mayriti (m. 1007 y Al Jaldaki (m. 1341). Al Jaldaki fue autor de un libro sobre piedras preciosas (Kitab Anuar al Durar fi Idah al Hayar), que analizaba la teoría del elixir (su esencia, unidad, cualidades, destilación y purificación).
Los trabajos de los alquimistas no sólo promovieron las primeras clasificaciones de las
sustancias químicas, sino que —a un nivel más práctico— tuvieron importantes aplicaciones en la preparación de barnices y tintes o en el refinamiento de los metales y sirvieron igualmente para estimular el diseño y construcción de instrumentos de laboratorio (que se utilizaron de inmediato en