¿Una Arabia Saudí post-wahabí?

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El debate sobre el volumen de la llamada a la oración en las mezquitas de Arabia Saudí está sacudiendo el país, que en los últimos años inició reformas para pulir su imagen de austeridad y extremismo.

El reino, que alberga La Meca y Medina, los lugares más sagrados del islam, ha estado asociado durante mucho tiempo con el wahabismo, una versión rigurosa de la religión acusada de inspirar a generaciones de extremistas en el país y en todo el mundo.

El rico Estado petrolero se ha embarcado en los últimos años en una campaña para cambiar esta imagen, bajo el liderazgo del joven príncipe heredero Mohammed bin Salmán, reabriendo cines, organizando competiciones deportivas o conciertos pop.

El poder del joven gobernante también ha ido acompañado de una implacable represión de la sociedad civil, contra las activistas de los derechos de la mujer o algunos clérigos excesivamente críticos.

En un ataque a un pilar clave de la identidad islámica, el gobierno ordenó en mayo que el volumen de los altavoces de las mezquitas se limite a un tercio de su capacidad máxima y exigió que los sermones dejen de emitirse en su totalidad, alegando la preocupación por la contaminación acústica.

En un país con decenas de miles de mezquitas, la medida provocó fuertes reacciones en las redes sociales, los únicos lugares de expresión relativamente libres.

Pero en un contexto de desaceleración económica, cambiar la imagen del país para atraer a los inversores de cara a un mundo post-petróleo es la prioridad frente a consideraciones religiosas, dicen los observadores.

“El país está construyendo nuevos cimientos”, dijo a la AFP Aziz Alghashian, profesor de la universidad de Essex. 

Según este especialista en relaciones internacionales en Oriente Medio, el reino “no escatima esfuerzos para tratar de parecer más atractivo o menos desagradable para los inversores y turistas”.

Arabia Saudí puso fin a su temida policía de la moral y permite ahora que comercios y restaurantes permanezcan abiertos durante las cinco oraciones diarias.

La mayoría de los predicadores religiosos, que dependen en gran medida de los fondos estatales, aprueban las reformas a las que antes se oponían, como la autorización de conducir para las mujeres, la reapertura de los cines o cierta tolerancia hacia los no musulmanes.

La práctica de otras religiones distintas del islam sigue estando prohibida pero un asesor del gobierno, Ali Shihabi, declaró recientemente al medio estadounidense Insider que la construcción de una iglesia estaba en la “lista de tareas pendientes de los dirigentes”.

Las autoridades descartan públicamente levantar la prohibición absoluta del alcohol pero varias fuentes citan a funcionarios saudíes diciendo en reuniones a puerta cerrada que “se hará gradualmente.”

“No es exagerado decir que Arabia Saudí entró en una era de post-wahabismo, incluso si los contornos religiosos exactos del estado están todavía en mutación», dice a la AFP Kristin Diwan, del Arab Gulf States Institute.

«La religión ya no tiene poder de veto sobre la economía, la vida social y la política exterior», observa.

Arabia Saudí parece dar así la espalda a las cuestiones internacionales que afectan a otros musulmanes, como Cachemira y otros, lo que podría debilitar su imagen como líder del mundo islámico.

La política exterior del país «se basa ahora en la no injerencia mutua» explica a la AFP un diplomático del Golfo.

La campaña de seducción del reino se vio profundamente empañada por el asesinato en 2018 del periodista saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul.

FuenteAFP - Swissinfo
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