El Gobierno marroquí abrió un pasillo humanitario esta semana en Ceuta y Melilla. El objetivo es que regresen a su país cientos de nacionales atrapados desde hace casi siete meses en las dos ciudades autónomas, a causa de las medidas sanitarias decretadas por Rabat. De Melilla regresaron el miércoles 200 personas y desde Ceuta 100, todas mujeres. Otras cientos irán saliendo entre el viernes y el domingo. Las fotos de esas personas cargadas con pesadas maletas, de vuelta a casa, apenas pueden dar una idea del drama que han vivido muchas de ellas.
El caso de Mariam, una empleada de hogar de 37 años, que pudo salir el miércoles desde Ceuta es uno de los más afortunados. “A mí me ha acogido todo este tiempo la familia con la que trabajaba”, explicaba el miércoles por teléfono, recién llegada a la ciudad marroquí de Castillejos (Fnideq). Me han tratado como una reina. Pero ha sido demasiado tiempo y ya no podía más, necesitaba ver a mi familia».
La comerciante ceutí Sabah Hamed, de 59 años, comenta: “Se dice pronto: medio año bloqueadas. Pero detrás de todo ese tiempo, que en realidad han sido casi siete meses, hay mucho sufrimiento”. Ella y su amiga Leila decidieron ayudar desde el primer momento, en cooperación con la delegación del Gobierno y con la Cruz Roja. “El día que cerraron la frontera [el pasado 13 de marzo]”, comenta Sabah Hamed, “todo el mundo pensó que eso iba a durar unas horas. Pero caía la noche y yo no podía dormir sabiendo que toda esa gente estaba a la intemperie, bajo la lluvia. Hicimos un llamamiento a la gente de Ceuta y fue increíble cómo respondieron, tanto los musulmanes como los españoles no musulmanes. Muchos de los que quedaron atrapados venían prácticamente sin nada. Sin dinero para un taxi. Hubo que facilitarles de todo: ropa, comida, gel de baño, espuma de afeitar… Ojo: también hubo quien despidió a las empleadas que tenían trabajando en sus casas. Y esas pobres mujeres se vieron en la calle de la noche a la mañana. Y también hay quienes han seguido pagando a sus empleados marroquíes, aunque el cierre les ha pillado en Marruecos y no están trabajando aquí”.
Mientras Sabah Hamed habla por teléfono, una marroquí, de 64 años, la interrumpe para preguntarle en dariya, el árabe local: “¿Yo no voy a salir? ¿No me van a dejar salir?” La señora explica que tiene a su marido en Castillejos, al otro lado de la frontera, solo y con Alzheimer. “Y cuando sale no sabe volver a casa”, comenta la mujer llorando. “Como estos casos hemos conocido muchos”, explica Hamed.
Hamed cuenta el caso de una mujer que está en quimioterapia, a la que le gustaría salir porque está en una fase muy mala. “Ya no se puede hacer mucho por ella y le gustaría estar con su familia”. Habla también de un albañil que tiene a su esposa en Marruecos con cáncer; de una señora que quedó bloqueada con su hija autista, de 23 años, y han podido regresar este miércoles; de otra mujer que tiene a su hija paralítica en Marruecos…
Y después, ha habido al menos dos mujeres que han parido en Ceuta: Noura Lamarti y Laila El Fadda, ambas de Tetuán, de 29 y 31 años. Laila, relató al diario El Faro de Ceuta, que llegó con su hermana a Ceuta para comprar ropa y el parto se le adelantó. Estuvo diez días ingresada en el hospital. “Había tenido cuatro abortos antes y esta era la primera niña que nacía bien”, recuerda Sabah Hamed. “Cuando le dieron el alta no encontró dónde ir, una señora la vio llorando en la calle y la acogió en su casa durante todo este tiempo”. El miércoles Lamarti y El Fadda regresaron a Marruecos.
Gente con menos suerte
Hay otra gente que no tuvo esa suerte. El Gobierno de Melilla acogió a decenas de marroquíes en la plaza de toros. Una mujer de 37 años falleció en mayo en circunstancias aún no aclaradas. Al día siguiente, Marruecos abrió por primera vez un pasillo humanitario desde Melilla por el que pudieron regresar varios cientos de personas. También lo hicieron desde Ceuta. Pero el pasillo se cerró. Y continuaron los dramas. En Ceuta quedó también Zubaida, una marroquí de Tetuán de 45 años, que se enteró el 30 de mayo de que su hija de 23 años había fallecido de muerte súbita. No pudo asistir al entierro.
Decenas de marroquíes intentaron regresar a Marruecos a nado o bien mediante lanchas compradas en el Decathlon. “Se agotaron las lanchas de remo en el Decathlon”, afirma Sabah Hamed. Y entre los que regresaron a nado, se encuentra Amal, la madre de un bebé de Tetuán que viajó a la península para que tratasen de leucemia a su hijo en Cádiz. El niño murió y la madre lo enterró el 7 de mayo en el cementerio de Sidi Embarek, en Ceuta, porque no podía atravesar la frontera. Se vio sola, sin el calor de su familia, y el 25 de agosto se echó al mar en dirección a Castillejos.
También abundan, tanto en Ceuta como en Melilla, quienes no pretenden regresar a Marruecos. Ese es el caso de Latifah, quien explica desde Melilla que su marido pretende volver a Marruecos, pero ella no quiere hacerlo “ni en broma”. “Yo me quedo con mis hijos, que están estudiando aquí. Mi marido se ha quedado parado y tiene muchas ganas de regresar. Pero yo tengo un trabajo por horas y voy a quedarme”.
Entre las imágenes que se han quedado grabadas en la retina de Sabah Hamed, queda la de unas ancianas de entre 70 y 80 años que llevaban meses durmiendo en unas hamacas de playa, dentro de unas naves. “España ya bastante hizo por ayudar a todos los que quedaron bloqueados. Pero Marruecos… ¿Qué menos que hubiesen sacado a estas mujeres mayores?”