La Asociación del Mundo Árabe de la Universidad de Ginebra, AMAGE, ha pedido la creación de una “sala de meditación” que permita a los estudiantes musulmanes más practicantes realizar sus oraciones diarias. Y a todos los demás, cualquiera que sea su denominación, que vengan a meditar o a orar. Una petición online iniciada hace cuatro años se ha relanzado en este sentido y ha recogido cerca de 3.000 firmas.
Esta reivindicación, que cuenta con el apoyo de la Conferencia Universitaria de Asociaciones de Estudiantes (CUAE), se fundamenta en que este tipo de espacios ya existen en otras universidades del país, en Zürich, Lausanne y Saint-Gall. “Esta sala de mediación permitiría a todos los miembros de la universidad, independientemente de su denominación y credo, recargar pilas y disfrutar de un lugar de paz a nivel espiritual”, especifica el texto de la petición. Hasta la fecha, ninguna de las solicitudes dirigidas a la dirección de la Universidad de Ginebra ha recibido respuesta. Sin embargo, la situación ha empeorado desde que los estudiantes musulmanes comenzaron a rezar en el campus.
Un artículo de la revista estudiantil Topo denuncia “provocaciones” contra los musulmanes. Se han pegado carteles que muestran la portada de Charlie Hebdo con representaciones sensibles de figuras vinculadas al islam en las paredes de una escalera que los estudiantes usan regularmente como “sala” de oración. El artículo también está ilustrado con una foto de una alfombra de oración arrojada a una papelera.
Sin embargo, Yves Flückiger, rector de la Universidad de Ginebra, no se opone en principio a la creación de un espacio de meditación. Con la condición, explica al diario Le Temps, que este lugar sea “un espacio de meditación –y no de oración– abierto a todos, creyentes o no, y respetuoso de las reglas del laicismo”.
En el campus ya existe una capellanía cristiana (protestante y católica). Pero sus actividades se enmarcan en un “servicio de carácter social” y está “abierta a todos los miembros de la comunidad universitaria”, especifica su estatuto. Jean-Michel Perret, el capellán protestante en el lugar, asegura que es solo un “inquilino del Estado de Ginebra” y no recibe ningún subsidio de la universidad ni ejerce ningún culto u oración.
Por su parte, Hafid Ouardiri, ex portavoz de la mezquita de Ginebra y director de la Fundación por el Mutuo Conocimiento, cree que una “sala interreligiosa donde todos puedan reunirse con independencia de su confesión” es la solución, con un lugar que debería ser capaz de acomodar oraciones y celebraciones. Sin embargo, la ley suiza sobre el laicismo, actualizada en 2018, lo prohíbe a los establecimientos públicos fuera del sector médico y médico-social.
Y es esta ley la que esgrime el rector de la Universidad de Ginebra para negarse a discutir la posibilidad de conceder una sala que sería utilizada para la oración. “La Universidad de Ginebra garantiza la libertad de conciencia y de creencias, así como la estricta neutralidad religiosa. De ahí la prohibición de cualquier actividad religiosa en todos sus edificios”, dijo a Le Temps. Esto no impide que su institución evite reaccionar a las oraciones que en realidad tienen lugar en el hueco de una escalera. Porque, para Yves Flückiger, “la Universidad siempre favorecerá la discusión y el diálogo” por encima de las sanciones.