El gobierno francés de Emmanuel Macron anunció una ley para prevenir la violencia yihadista y el extremismo islámico, pero lo que se ha aprobado en la Asamblea Nacional y se debate ahora en el Senado es una ley liberticida que daña a todas las religiones.
Macron ha conseguido algo insólito: que los obispos católicos, los ortodoxos y los líderes protestantes firmen conjuntamente un manifiesto criticando todos con las palabras más duras su proyecto de ley.
«El proyecto de ley corre el riesgo de ser un atentado contra las libertades fundamentales, como son la libertad de culto, la libertad de asociación y la libertad de enseñanza. Incluso la libertad de opinión corre el riesgo de ser víctima de una policía del pensamiento, instalándose en la vida cívica», denuncia el manifiesto, firmado por Éric de Moulins-Beaufort (presidente de los obispos franceses), François Clavairoly (presidente de la Federación protestante de Francia) y Emmanuel Adamakis, presidente de la Asamblea de los obispos ortodoxos de Francia.
Macron anunció que la ley buscaba «reforzar el respeto de los principios de la república» y combatir el islamismo radical. Pero los cristianos católicos, ortodoxos y protestantes coinciden en que se va a usar contra los creyentes en general.
Francia, un país raro
Francia se declara un Estado laico desde 1905. Es un «caso raro» en Europa: ningún otro país europeo se declara así, y hay que ir a Turquía o México para encontrar un formulación similar. Con todo, los cristianos franceses han ido encontrando su acomodo y su espacio. Hasta ahora.
«Se corre el riesgo de transformar la ley de 1905, que permite ejercer la libertad de culto, en una ley que multiplica los controles administrativos y restringe las libertades. Como ciudadanos, los responsables de las iglesias cristianas, católicos, ortodoxos y protestantes, comprendemos perfectamente que el Estado debe luchar contra quienes intentan imponer sus costumbres en un barrio o a una parte de la población. El Estado, sin duda, debe combatir las prácticas que atentan contra la dignidad de las mujeres, contra la propagación de mensajes de odio y violencia. Pero la libertad de culto también debe respetarse», ha declarado en una nota propia el presidente de los obispos católicos, Éric de Moulins-Beaufort.
Prácticas que sí deben combatirse
El manifiesto conjunto acepta que se busque luchar contra ciertas prácticas, pero no que se atosigue a las asociaciones religiosas.
«El Estado cumple con su deber luchando contra la violencia, protegiendo a los ciudadanos. Apoyamos expresamente los dispositivos legislativos que impidan los matrimonios forzados, las mutilaciones sexuales de las jóvenes, la desigualdad ante la herencia, las discriminaciones y la propagación del odio… Pero ¿para qué complicar el funcionamiento de las asociaciones culturales?», denuncian.
Moulins-Beaufort explica que los cristianos han hecho su propio manifiesto, sin buscar sumar a él a judíos o musulmanes, porque «cada religión tiene sus relaciones propias con el Estado. Para nosotros, católicos, cristianos, lo esencial es que el Estado comprende que la vida cívica no puede resumirse a su regulación por la administración o el mercado. Es fundamental que el Estado comprenda que los ciudadanos tienen relaciones propias con una referencia espiritual, una referencia que trasciende y va más allá de la política o el mercado. Ese es el sentido último de nuestra crítica contra el proyecto de ley, que debería modificarse en cosas esenciales».
Tras más de un siglo de régimen laicista, Francia es uno de los países menos religiosos de Europa. El sondeo 2017 de Pew Research Center encontró que un 54% de los franceses se declaran cristianos, de los que 47 puntos sería católicos, casi 6 serían protestantes y evangélicos de distintos tipos y 1 serían ortodoxos (unos 250.000 o 300.000). Los musulmanes podrían ser un 5% de la población.