Cuando Ahmed Aden Mohamed llevó a su madre, Zahra Gassim Alio, al hospital con dolor de rodilla, nunca imaginó que sería la última vez que la vería con vida.
Luego de una serie de complicaciones, Alio estuvo expuesta al coronavirus y murió poco después. Cuando fue al hospital a recoger su cuerpo, Mohamed se dio cuenta de lo complicado que sería dejarla descansar.
Dado que su ciudad de Nápoles, en el sur de Italia, no tenía cementerio musulmán, se enfrentó a una difícil decisión: incinerar el cuerpo de su madre, lo cual está prohibido en el Islam, o enterrarla en uno de los dos cementerios musulmanes más cercanos, ambos de los cuales están a unos 150 km de distancia.
La falta de un cementerio musulmán en Nápoles, la tercera ciudad más grande de Italia y con una comunidad musulmana de rápido crecimiento, ha sido un desafío para muchas familias durante varios años.
Pero la pandemia de coronavirus ha complicado aún más las cosas.
Desde 1990, la ley italiana ha permitido espacios separados en los cementerios para los no católicos.
Pero estos espacios a menudo no se ajustan a las reglas de entierro musulmanas, por lo que los miembros de esta fe solicitan tierras separadas.
El bloqueo por el coronavirus eliminó la opción de enterrar a personas fuera de sus regiones en Italia, dadas las restricciones de viaje nacionales.
El imam Abdullah Cozzolino, presidente de la Federación Islámica de Campania, dijo a Al Yazira que a medida que avanzaba la crisis algunos cementerios en las ciudades vecinas ofrecieron espacio adicional para los entierros islámicos, pero casi inmediatamente se quedaron sin espacio.
“El entierro es un derecho inviolable de cualquier ciudadano”, dijo Cozzolino. “La necesidad de un cementerio islámico siempre ha estado ahí. Aumentó por el coronavirus porque no había otro lugar al que la gente pudiera llevar a sus seres queridos, aparte de la región en la que se encontraban”.
En Nápoles, este impulso por un cementerio musulmán pareció haber progresado en 2016, cuando el alcalde recientemente reelegido de la ciudad, Luigi de Magistris, dijo que un sitio estaría terminado para 2017. El espacio se trazó en un cementerio existente, a continuación a un área para miembros de la comunidad judía.
“Pusimos el cementerio islámico junto al judío a propósito”, dice de Magistris. “Queríamos mostrar que Nápoles es una ciudad de hermandad, derechos y paz”.
Después de una serie de retrasos en 2018 y 2019, el espacio para el cementerio musulmán finalmente se despejó el año pasado, pero enfrentó un obstáculo final: la financiación.
Nápoles atravesaba una crisis financiera, por lo que era difícil financiar proyectos que quedaran “fuera de las necesidades básicas de la ciudad”.
El ayuntamiento podría designar el lugar para el cementerio y limpiarlo, pero correspondía a la comunidad musulmana financiar su construcción.
Pero como Nápoles no tiene una asociación musulmana, y debido a que la comunidad estaba compuesta principalmente por trabajadores mal pagados era difícil conseguir dinero.
“¿Cómo se va a recaudar este dinero?”, d ijo Cozzolino. “Las personas que asisten a la mezquita aquí son vendedores ambulantes. Ganan sólo 30 euros al día. Ya es bastante difícil para ellos mantener la mezquita”.