Después de diez meses tras las rejas, primero en Fleury-Mérogis y luego en Fresnes, y solo dos semanas después de recuperar una libertad bajo vigilancia judicial mediante el pago de una fianza de 300.000 euros, Tariq Ramadan ha sufrido dos duros golpes, de los cuales le será especialmente difícil recuperarse.
El islamólogo suizo, actualmente acusado de dos violaciones en Francia, es objeto ahora de otra investigación criminal en su casa, en Suiza, por haber mantenido “contactos sexuales” con al menos tres de sus alumnas menores en 1986-1988, mientras enseñaba francés y filosofía en Ginebra. Es en este momento que una personalidad musulmana prominente cercana a él, hasta el punto de apoyarlo sin reservas durante su encarcelamiento en febrero, ha pedido solemnemente a los musulmanes que se disocien de su persona.
Desde Qatar, donde vive y trabaja en la cadena de Al Yazira en calidad de analista, Muhammad al Mukhtar al Shinqiti, quien durante mucho tiempo enseñó educación islámica y literatura árabe en Mauritania, su país natal, ahora considera que la causa de Tariq Ramadan es indefendible, tanto en términos de ética como de moral islámica.
Al Shinqiti utilizó su influencia en su día para nombrar al islamólogo de Ginebra a la cabeza del CILE, el centro de investigación sobre ética islámica en Doha. Sin embargo, él exhorta ahora a sus correligionarios a “no afirmar la existencia de un complot”, a la luz de elementos que manchan irreparablemente la imagen del intelectual de Ginebra.
Esto sucede precisamente en un momento en que un informe comisionado por las autoridades suizas, y hecho público el miércoles, atestigua las relaciones “equivocadas e inadecuadas” que el predicador mantuvo con algunas de sus estudiantes en diferentes escuelas en Ginebra. Estas mujeres eran, en ese momento, adolescentes.
Sin duda, terriblemente desilusionado, Al Shinqiti insta a los musulmanes en su blog personal, publicado en el sitio web en idioma árabe de Al Yazira, a no ocultar la “vida paralela, lejos de la moralidad” de Tariq Ramadan, llamándolo “adicto al sexo” y “mentiroso”. Tampoco encuentra ninguna circunstancia atenuante para el islamólogo suizo, cuyas “elecciones conscientes” condena formalmente.