El regular una religión es una misión extremadamente compleja, especialmente para un país con una tradición secular como Francia.
Es por eso que hay comentarios en la prensa francesa de que el presidente Emmanuel Macron se toma su tiempo antes de tomar medidas, que él había anunciado, incluyendo la reforma de la representación oficial de los musulmanes ante el Estado.
El tema es diplomáticamente sensible ya que una de las dimensiones de la “reforma” que se busca implica el debilitamiento de los vínculos entre las comunidades musulmanas y sus países de origen, como Argelia, Marruecos, y Turquía. El fracaso del Consejo Francés del Culto Musulmán se atribuye a los vínculos que tienen los miembros del consejo con sus países de origen, lo que crea divisiones dentro del mismo.
Turquía, por otro lado, se opone con vehemencia a los esfuerzos de “modernizar el Islam” o crear un “Islam de Francia”.
La semioficial Agencia Anadolu recientemente publicó un comentario titulado “Una visión colonialista de Francia: Debates sobre el “Islam francés””. El artículo mantenía un tono crítico sobre la posibilidad de reemplazar al Consejo Francés del Culto Musulmán (que actualmente está presidido por un ciudadano francés de origen turco) por otra entidad.
Turquía se opone a estas iniciativas porque no quiere perder su influencia sobre las comunidades turcas, según funcionarios franceses.
Si Macron sale con una nueva estrategia, esto podría convertirse en otra causa de disputa entre Francia y la Turquía de Recep Tayyip Erdogan.