A finales de primavera, una escuela muy particular clausuró un ciclo de formación en el Centro Cultural Islámico de Leganés. Hubo diplomas para una veintena de jóvenes y adolescentes que nacieron en España o que llegaron con pocos años desde Marruecos, Argelia o Egipto. La entidad se denomina Impulso del Trabajo Juvenil (ITJE) y ofrece clases en distintas áreas y enseñanza islámica en español desde 2018.
El objetivo de estas formaciones, que se imparten los domingos durante un año, es complementar la formación de las segundas generaciones de musulmanes y formar ciudadanos con voz que puedan sumar en la sociedad española.
“Nuestra intención es facilitar a los jóvenes diferentes espacios de formación tanto en valores universales, como en áreas específicas según sus necesidades, además de velar por una formación islámica correcta”, dice Ahmed Kaddour, director de ITJE, y rechaza que cuando se habla de musulmanes el acento se ponga exclusivamente en la religión.
“Nosotros concebimos a los jóvenes como líderes, futuros médicos, alcaldes, ministros… Pero siempre se obvia esa parte que se lleva el 99% de su vida y tratamos de hablar siempre de la religión, de ese 1% de su vida que es privado. Que yo rece una, dos, tres, cuatro o cinco veces al día no afecta a nadie, es algo íntimo mío, igual que el judío, el cristiano o el agnóstico”.
Mariam Yasser, nacida en Madrid hace 13 años de padres egipcios, ganó confianza tras cursar un año de formación en el proyecto ITJE. “Al principio, cuando iba a entrar a la ESO estaba pensando en decir que no era musulmana, porque no me quería sentir mal. De pequeña siempre llevaba falda larga, lo cual fue raro porque las demás llevaban falda corta, hacían cosas que yo no podía hacerlas, y yo me sentía muy mal. Pero en este curso cogí fuerzas y si en mi clase hacen algo, yo aprendí que tengo mis límites. A veces me preguntan por qué no llevo algo corto si es verano, y se quedan riéndose de mí. Bueno a mí ya no me importa, cada uno es libre, al fin y al cabo tú te pones lo que quieres”.
Iman Aithand, de 19 años, también habla de esa necesidad de explicarse que tienen muchos jóvenes musulmanes. “Siempre los compañeros de clase te preguntan por qué llevas eso, por qué vas a eso… Creo que está bien contarle a los demás y aquí siempre te dan herramientas”.
Una encuesta hecha recientemente por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe) indaga sobre la intolerancia y discriminación hacia las personas musulmanas en España y advierte que “los prejuicios y sentimientos habrían aumentado en los últimos tiempos, siendo los medios de comunicación y el discurso de los políticos los principales responsables de dicho aumento”.
Las mujeres musulmanas son las que experimentan mayor rechazo, como se señala en el informe las Segundas Generaciones de Origen Extranjero, publicado en 2020 por la Universidad de La Laguna. La docente Nasara Cabrera Abu, autora del estudio, alerta sobre las posibles consecuencias: “La discriminación y aislamiento social de estas mujeres puede relegarlas a situaciones de discriminación en el acceso al mercado laboral”.
El proyecto ITJE aspira aportar un granito de arena para el cambio de paradigma. De momento han empoderado a medio centenar de jóvenes como Chaimae Echchait, que tiene 23 años, llegó de Marruecos y es profesora. “Yo fui alumna y ahora soy parte del equipo de organización. Esa seguridad y confianza allí fuera me ha servido para tener una voz”.
Rosa Aparicio Gómez, investigadora de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, es una de las personas que más se ha fijado en la integración de los hijos de migrantes. Señala que esta clase de iniciativas podrían obrar en contra de la inclusión. “Tiendo a verlas con cierto recelo porque crean una sensación de ser un mundo aparte, como si tuvieran que buscar su espacio dentro de la solidaridad entre ellos y no con el resto de las personas”. La última vez que Aparicio y su colega Alejandro Portes midieron la integración de las segundas generaciones, en 2013, se concluyó que el 48% de los hijos de padres extranjeros se consideraba español y un 80% se sentía integrado, pero convendría actualizar esos indicadores.
La iniciativa ITJE también convoca a musulmanas conversas como Vanesa Martínez, periodista de 30 años, que está convencida de que su espiritualidad no tiene por qué influir en su desarrollo profesional. “El hecho de ser musulmán no es determinante para la convivencia, puesto que las prácticas religiosas se hacen en el ámbito privado. La ignorancia hacia ciertos colectivos lleva al odio y, por lo tanto, a la discriminación y a la violencia. Para contrarrestar esto, se debe visibilizar el valor añadido que aportamos a la sociedad como musulmanes, ya que hay médicos, cirujanos, profesores, ingenieros y abogados que profesan la religión islámica”.
El director del programa de formación insiste en que hay que reforzar la identidad de estas personas y sacarlas del victimismo. “Muchas veces no es defender, es solo explicar, cuando hablamos de defender es porque concebimos un ataque, queremos que la gente tenga esa capacidad de explicación”, sostiene Kaddour.
Los profesores de ITJE, padres y madres de familias musulmanas, están convencidos de que la discriminación va a desaparecer. “Podemos ser diversos y convivir entre idiomas, religiones y culturas; eso es maravilloso y hay que aprovecharlo cuando existe algo así en tu ambiente cotidiano. Tenemos que buscar las cosas comunes, eso es fundamental, hay que encontrar qué me une al que tengo al lado”, ilustra Hayat Bentalab, presidenta de la Asociación Juvenil Intercultural de Leganés y madre de dos niñas que nacieron en España.
En cuanto a la formación islámica, la biografía del profeta Mohamed (Mahoma en español) es una de las materias principales. Yasser Essa, un ingeniero aeronáutico que vino de Egipto y padre de dos adolescentes también nacidas en este país, trata de trasladar las vivencias del profeta al presente. “Quiero que los jóvenes aprendan de la vida del profeta y la apliquen en su vida diaria, que piensen las cosas de una manera más positiva”.
Parte del aprendizaje pasa por conocer los hadices que tienen enseñanzas que se pueden aplicar a cualquier situación cotidiana. Durante la graduación, Salma, nacida en Madrid hace 10 años, contó la historia de la Batalla de Badr, que demuestra el amor y la devoción que tenían los soldados hacia el profeta. La niña con su voz infantil, un vestido largo conocido como caftán y el hiyab sobre su cabeza explicó luego en castellano lo que había contado: habló de un soldado que no quería morir en la guerra sin haberlo abrazado y que el mismísimo líder del Islam se acercó a él y permitió que lo tocara.
La escuela de ITJE retomará sus actividades en septiembre y desde ya convoca a todos los jóvenes interesados en conocer al profeta Mahoma y en aprender herramientas útiles para su integración.