Fallecidos musulmanes de Algeciras son trasladados a otras ciudades

Fátima murió este lunes en Algeciras, donde residía, pero el martes por la tarde su familia todavía no sabía dónde sería enterrada, ni cuándo. La comunidad islámica algecireña se afana desde que se enteró de su fallecimiento en encontrar un sitio para un tipo de enterramiento que no es posible en su ciudad; Algeciras carece de cementerio musulmán a pesar de contar con una población de esta confesión que se estima en más de 12.000 personas. El caso de Fátima (nombre ficticio) es el último por ahora de una larga lista: desde que se inició la pandemia, la comunidad islámica ha tenido que buscar una sepultura fuera de la ciudad para una treintena de algecireños. Y cada vez tiene que irse más lejos.

Según explica el segundo imán de la mezquita Al-Huda de Algeciras, Mohamed Mkadem, el problema ya existente desde hace años en la ciudad y el resto de la comarca se ha agravado con el aumento de la mortalidad por la pandemia de Covid-19. La comunidad musulmana lleva años reclamando un espacio para habilitar un cementerio musulmán, pero sin éxito. El resultado es que cada vez que fallece uno de sus miembros y se le quiere enterrar con el rito musulmán (en la tierra y orientado a La Meca, fundamentalmente) el fallecido tiene que ser trasladado a los cementerios más cercanos de la confesión, como Fuengirola, Ceuta o Jerez. Pero con la pandemia el número de personas a inhumar en otras ciudades se ha desbordado y la comunidad algecireña ha tenido que empezar a buscar espacio en cementerios cada vez más lejanos.

«Esta mañana -por el martes- hemos enterrado a un hombre en Ceuta. Ahora estamos viendo si a la última fallecida la podemos llevar a Córdoba o Valencia», explica Mkadem. A Marruecos es imposible trasladar a los muertos por Covid. Cuando la familia no tiene recursos, además de buscar espacio se hace una recolecta entre la comunidad para sufragar el traslado del cuerpo. El entierro en Valencia puede costar entre 3.000 y 3.500 euros, en Ceuta en torno a 2.000. «No todo el mundo tiene un seguro o puede pagarlo», alega. Quienes sí tienen seguro, explica, lo gestiona por su cuenta, de ahí que advierta que la cifra de una treintena de fallecidos desplazados durante la pandemia debe ser bastante más alta. Solo en la última semana se han tenido que hacer cargo de tres fallecidos.

Ante esta situación, la comunidad islámica insiste en una petición que ya es antigua y que se ha reactivado en numerosas ocasiones. Hace unos meses, representantes de varias asociaciones, entidades y comunidades de la comarca se unieron para una reivindicación conjunta, recordando las distintas solicitudes de construcción de cementerios musulmanes en los municipios del Campo de Gibraltar por las comunidades islámicas. Tanto en La Línea como en Algeciras se han realizado distintas peticiones por escrito para que se posibilitaran cementerios musulmanes sin que hasta la fecha hayan sido efectivas. En el caso de Algeciras, hay un proyecto presentado desde 2009 y el Defensor del Pueblo ha requerido al Ayuntamiento para que conteste a esta petición. Se ha pedido también el apoyo de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar.

Alguna comunidad ha ofrecido incluso a los ayuntamientos comprar los terrenos, si el problema fuera la imposibilidad de poner a disposición espacios en los cementerios municipales. Ese es el caso de la algecireña, «lo único que necesitamos es un trozo de terreno, que nos digan donde podemos enterrar a los fallecidos. Pero no nos dan respuesta alguna».

El Ayuntamiento de Algeciras, al ser consultado por Europa Sur, no ha querido valorar esta nueva denuncia, remitiendo a respuestas anteriores. Hasta el momento, y desde tiempos de Tomás Herrera, la única respuesta recibida es que el cementerio de Botafuegos es aconfesional. Entonces, en 2010, se planteó debatir una solución en la Mancomunidad de Municipios, pero se quedó en propuesta. Hace tres meses, el presidente de la Mancomunidad, Juan Lozano, se ofreció a mediar con los alcaldes. Una década después y tras un sinfín de peticiones y recogidas de firmas, el problema sigue sobre la mesa.

FuenteRaquel Montenegro - Europa Sur
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