Hace
un año parecía imposible que nuestra sociedad y su estado de
bienestar pudieran sufrir algún cambio drástico y lo cierto es que
hoy podemos decir que la situación ha dado un giro radical. Tiempo
atrás diríamos que el momento vivido durante el confinamiento se
hubiera parecido más al guion de una película de ciencia ficción
que a la propia realidad. Sin embargo a día de hoy estamos ya
totalmente familiarizados con mascarillas, desinfectantes y
confinamientos, y lo que es más, saltan las alarmas internas cada
vez que vemos un abrazo, un apretón de manos o dos personas hablando
sin mascarilla.
El mundo musulmán, se ha tenido que preparar
para ello a conciencia y un buen ejemplo es el Centro Cultural
Islámico de Villaverde Bajo (Madrid). Según nos comentan Omar
Boughou y Jamal Eddine, presidente y secretario de la mezquita, el
esfuerzo que se está realizando es enorme y a pesar de ello todavía
hay familias que tienen miedo a ir a rezar y a tener contacto con la
gente.
A simple vista se observa estar tomando todas las
medidas necesarias y se esfuerzan por mostrarlo. Antes de cada rezo
una o dos personas toman la temperatura a los fieles. Introducen los
zapatos en bolsas. Y ofrecen calzas para los pies y desinfectante
para las manos.
Omar nos enseña las instalaciones e
impresiona ver la imponente alfombra cubierta con plásticos bien
precintados. En el pasillo de entrada se han delimitado dos zonas
bien señalizadas, una de entrada y otra de salida a la mezquita.
Incluso tuvieron que cerrar los baños, nos indica Omar.
El
aforo es algo en lo que también hace hincapié. Afirman ser
estrictos y no superar el 50 %, de esa manera se asegura el tener
espacio suficiente para poder rezar. Además, durante nuestra
estancia no se observan mascarillas mal puestas poniéndose de
manifiesto el compromiso y la responsabilidad de los asistentes.
El
mayor problema son las actividades y los proyectos que están
paralizados. Jamal comenta que son una junta directiva de reciente
creación, que llegaron a ella con motivación para impulsar ideas
nuevas y que desgraciadamente se ha tenido que paralizar todo por la
situación que vivimos.
Imparten clases de idiomas en la
mezquita y en el colegio público y no ven el momento para continuar
con ellas. Entre otras actividades extraescolares, tienen en mente la
formación de un equipo de fútbol para niños. La compra de material
para llevarlo a cabo es otra de sus preocupaciones.
Se sienten
comprometidos con el vecindario y la integración, creen que la mejor
manera de darse a conocer es abriendo sus puertas y siendo
transparentes. Durante el confinamiento crearon un banco de alimentos
para ayudar a los vecinos.
Positivos y con la mirada puesta en
el futuro, aseguran querer retomar el contacto con asociaciones y
lanzan un mensaje para todo aquel que quiera prestar su ayuda y
colaborar con ellos.