Su vasta extensión hace del cementerio de Sidi Embarek un lugar en el que es fácil perderse. Caminos que llevan a miles de tumbas en la que yacen los restos de los difuntos musulmanes de Ceuta. Pese a su complicada orografía, Sidi Embarek va creciendo poco a poco, con el correspondiente trabajo que eso requiere. Detrás de su conservación, una plantilla escasa, pero que trabaja día con día para que este lugar luzca como merecen sus inquilinos.
El trabajo de sepulturero se multiplica y en los días que no hay entierros siempre hay algo que hacer. Ya sea cortar el césped, que da la bienvenida a este lugar, o bien cavar fosas para que todo esté preparado en caso de un entierro. Nunca se está con los brazos cruzados. Y el resultado es un lugar apacible, en el que se respira la tranquilidad y el respeto propio de un cementerio. El verde de su jardín y de su vegetación contrasta con el marrón de la tierra de las fosas recién cavadas en la parte más nueva de este cementerio.
Sidi Embarek resiste al paso del tiempo de la mejor manera que puede y guardando, como no puede ser de otra forma, la tradición. Su tierra guarda muchas historias de dolor, de pérdida y tristeza, pero también muchas anécdotas curiosas. Said, uno de sus sepultureros, cuenta cómo tras muchos años visitando a su ser querido, dos familias distintas se dieron cuenta que oraban ante la misma tumba. Y es que la sepultura estaba en la parte más antigua del cementerio, donde se comenzó a enterrar hace ya muchos años sin el orden y el registro que existe ahora.
Las cosas han cambiado mucho y la gestión también. Aunque sea fácil perderse en este cementerio, existe un orden y un concierto de cada una de las personas que allí descansan. También de los que no tienen nombre. El cementerio de Sidi Embarek se ha convertido en el último hogar de todos esos inmigrantes que perecen en el intento de hallar una vida mejor en nuestro país. En este cementerio ocupan el mismo lugar que otro fallecido con nombre y apellido y su despedida se lleva a cabo de la misma manera. Para los trabajadores de este lugar, todos los muertos merecen el mismo respeto.
Sin embargo, hay muertes que se recuerdan más que otras. Todos los que allí trabajan reconocen que enterrar a un niño es de las cosas más duras que se puede hacer en este trabajo. El dolor de las familias tras la pérdida de una persona cuya vida se trunca a tan temprana edad se traspasa también a los empleados, que pese a guardar la compostura en esos momentos, no niegan que al llegar a casa siguen guardando esa tristeza que se contagia ante tal pérdida.
Terminan por acostumbrarse a la pérdida, intentando sobrellevar el dolor que rodea a este trabajo en su día a día. La mayoría coincide en no llevarse el trabajo y los sentimientos que se generan a la casa, aunque hay situaciones donde es demasiado complicado poder lograrlo.
Reivindican que no todo el mundo vale para ser sepulturero o para tratar con la muerte cada día. Hay que tener mucha entereza y también respeto, empatía con los seres queridos que despiden a su difunto. Pese a ello se intenta llevar de la mejor manera, como si de otro trabajo cualquiera se tratase. Aunque trabajen de manera directa con la muerte, en Sidi Embarek también se respira alegría y mucho humor. Toda la plantilla se ha convertido en una familia que convive día a día con una profesión difícil, pero necesaria. La profesionalidad y el respeto hacia los que pierden la vida son cualidades que destacan entre todas las personas que trabajan en este lugar y que ayudan a que la tradición musulmana para despedir a sus fallecidos perdure.
Nabil Rahal, responsable de la funeraria Al Qadar
En árabe, Al-Qadar significa ‘el destino’ y fue el nombre que se eligió para crear la única funeraria que existe en Ceuta especializada en los entierros bajo la tradición musulmana. Antes, este servicio lo hacían los mismos trabajadores de Sidi Embarek, pero la sobrecarga de trabajo hizo que Nabil Rahal propusiera al presidente de la Comunidad Musulmana en Ceuta crear una funeraria que diera cobertura a este servicio.
Por ello, desde hace ya más de cuatro años, Nabil trabaja mano a mano con la plantilla de Sidi Embarek para que la tradición musulmana de dar sepultura a sus difuntos se pueda llevar a cabo en nuestra ciudad. “En la comunidad estábamos acostumbrados a que el coste de nuestros servicios sea más bajo que el coste de otras funerarias e iba a ser muy drástico para la comunidad perder este servicio”, explica Nabil.
En todo este tiempo, son muchas las historias que esta funeraria ha sepultado en las fosas de este cementerio. Casos difíciles, como los pequeños que pierden la vida y cuyos nombres se quedan anclados en la memoria, así como la de todos los inmigrantes que mueren en su intento de llegar a nuestro país y cuyos cuerpos yacen sin poder ponerles un nombre y un apellido. Para Nabil todos los difuntos merecen el mismo trato y el mismo respeto y por ello esta funeraria se ha consolidado en nuestra ciudad.
Said Mohamed, sepulturero
En 20 años Said Mohamed ha visto muchas cosas como sepulturero y ha enterrado a muchas personas, entre ellas, a su padre. Aunque su trabajo es difícil y reconoce que no todo el mundo es capaz de sobrellevarlo, cada día lo afronta con la profesionalidad y el respeto que merecen todas las personas que son sepultadas en Sidi Embarek. Para él, todos lo muertos merecen un entierro digno, ya sea si son conocidos o si bien aparecen flotando en el mar, sin una familia que pueda velarlos.
“Los tratamos como a uno más, como si fuera un ser querido”. Todos merecen la misma despedida de este mundo. Sin embargo, tras tantos años de experiencia, Said jamás olvidará el primer cuerpo al que le tuvo que dar sepultura: una niña que murió en plena Operación Paso del Estrecho. “Lo recordaré toda la vida”.
Y es que en este trabajo, reconoce, uno se pone en la piel de la persona que pierde a un ser querido. Para sobrellevar esta carga emocional, Said intenta desconectar cuando llega a su casa y evitar contar su día a día a su familia.
Yusef Abdeselam, sepulturero
También con dos décadas de experiencia a su espalda, Yusef retrata que el oficio de sepulturero no se queda sólo en enterrar a los fallecidos, sino que todos los días hay mucho trabajo que hacer en un cementerio como el de Sidi Embarek. “Aquí hacemos de todo”.
Pese a contar con tantos años de experiencia, este sepulturero reconoce que “no te acostumbras del todo”, ya que son muchas las situaciones dramáticas a las que deben enfrentarse en su trabajo.
Considera que hay que ser “muy delicado”, sobre todo con el trato a las familias. “Hay que ser empático con la gente, porque están muy sensibles y hay que saber actuar”, explica. Con los años se ha ido haciendo a este trabajo, “al principio te cuesta”, pero para él es su profesión y la lleva adelante de la mejor manera posible. Es difícil no implicarse, lo admite, con las pérdidas dolorosas. “Todo el mundo no vale, es complicado acostumbrarse, por eso todo el mundo no vale”.