Estudiantes de Zaragoza llevan a cabo el Ramadán

Aya, Abir y Salma no fuman, no beben alcohol, no comen cerdo, rezan cinco veces al día y, durante un mes al año, hacen el ayuno de Ramadán.

Aya, Abir y Salma no fuman, no beben alcohol, no comen cerdo, rezan cinco veces al día y, durante un mes al año, hacen el ayuno de Ramadán. Estas tres chicas zaragozanas, de entre 16 y 18 años, estudian en dos institutos del barrio del Actur y viven este mes con normalidad y mucha emoción. «Nos encanta el Ramadán, estamos todo el año esperando esta época. Me ayuda a concentrarme en los estudios», asegura Aya El Belaizi, de 18 años, estudiante de 2º de Bachillerato en el IES Miguel de Molinos.

«El Islam es una forma de vida. Somos musulmanas y seguimos los preceptos del Islam. Así nos han educado en nuestras familias y así lo hemos elegido nosotras. En Ramadán no comemos ni bebemos durante el día. Pero eso no nos impide llevar una vida normal. Vamos a clase en el instituto por la mañana, corremos o hacemos lo que toque en la clase de Educación Física, estudiamos, quedamos con nuestras amigas por las tardes, y comemos cuando cae el sol», afirma Abir Benabdelkader, 17 años recién cumplidos, estudiante de 4º de ESO en el IES Miguel de Molinos.

«No pasamos hambre, te acostumbras a cambiar los horarios de comidas y adaptas tu ritmo. Duermo la siesta y descanso más por la tarde», apunta Salma El Belaizi, de 16 años, que estudia 3º de la ESO en el instituto Elaios.

Las tres han nacido en Zaragoza y viven entre las dos culturas: la española de nacimiento y la marroquí de sus familias. Sus padres emigraron de Marruecos a Zaragoza hace más de 20 años. El padre de Aya y Salma trabaja de vendedor ambulante en el rastro de Zaragoza y en Huesca; el de Abir trabaja ahora en la construcción en Francia. Sus madres son amas de casa. Ellas tienen amigos españoles, marroquíes y de otros países. Y pertenecen a la asociación Unión Juvenil Aljafería, de la que forman parte jóvenes musulmanes españoles e hijos de inmigrantes.

«Los niños, los enfermos, las mujeres embarazadas y las que tienen la regla no hacen el ayuno de Ramadán. Empezamos a rezar en casa o en la mezquita con nuestras familias a los 9 o 10 años. Y hacemos el Ramadán desde la pubertad; en el caso de las chicas, desde que nos viene la regla», explica Aya. «El Ramadán no es solo ayunar. Es mucho más: es un mes para purificarnos, para rezar y leer el Corán, para ser mejores personas, para ayudar a los demás. Con la asociación Aljafería recogemos dinero, compramos comida y vamos a repartirla a familias necesitadas», apunta.

Madrugar para rezar

Aya, Abir y Salma madrugan mucho este mes. Los horarios de los rezos cambian unos minutos cada día en función del sol y del lugar. Ellas los consultan en una app en el móvil (Muslimpro). «El primer rezo es el de Fajr (a las 4.37 este viernes 24 de mayo).Mi madre nos despierta antes, sobre las 4, para comer algo antes de rezar. Yo tomo ensalada, tres dátiles y un vaso de leche. Tomamos un número impar de dátiles, como hacía el profesta Mahoma. Este primer rezo es muy importante. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para levantarse tan pronto. El resto del año no suelo madrugar tanto. Después de rezar, duermo un poco más hasta que suena la alarma a las 7.30 para ir al instituto», cuenta Abir.

Cuando acaban las clases van a casa para el rezo de las 14.00 (ellas, un poco más tarde). Después, descansan, estudian y tienen más actividades. Abir es entrenadora de un equipo de fútbol sala. A Aya también le gusta mucho el fútbol, pero este año se ha centrado en los estudios. Las dos hermanas van por la tarde a una academia. Y a Salma le gusta mucho cocinar.

Pasadas las nueve de la noche (21.24, este viernes, según la aplicación), rezan y luego rompen el ayuno en familia. «Tomamos una sopa que se llama ‘harira’, empanadas, rollitos rellenos, cuscús, dátiles, leche…», enumera Salma. Después, en Ramadán, van a hacer el último rezo del día a la mezquita de la Almozara.

Hiyab

Aya y Salma llevan el ‘hiyab’ (el pañuelo que cubre la cabeza), Abir no. Cada una tiene sus motivos y su momento. «Me lo puse hace un año, en Ramadán. Estaba rezando y sentí que era mi momento de empezar. Al día siguiente fui al instituto con él. No me lo había puesto antes porque tenía miedo a lo que me dijera la gente. Y no he tenido ningún problema. Mis compañeros y profesores me dijeron que estaba muy guapa y se portaron genial. Solo una vez me dijo una señora por la calle que era ridícula», cuenta Aya.

Salma decidió ponerse el pañuelo en marzo, después de asistir a una charla sobre los valores del Islam. «Mi profesora me dice que me ve más tranquila y más madura desde entonces. Mis amigos y conocidos me han apoyado. También he tenido que responder a muchas preguntas: que si me han obligado, que si me he casado», señala Salma.

Abir lleva su melena rizada al aire. «Me lo puse después de asistir a la misma charla que Salma. Mi madre me preguntaba que si estaba segura. Vine al instituto con el pañuelo y lo llevé tres días. Pero luego sentí que no era mi momento, que aún no estaba preparada. Me lo quité, con mucha pena. Más adelante, cuando esté lista, me lo pondré», afirma.

Aya está estos días más tranquila, tras terminar los exámenes de 2º de Bachillerato. En verano estudiará las dos asignaturas que le han quedado y quiere presentarse a la Selectividad en septiembre. Después quiere estudiar un grado superior de Turismo y tal vez más adelante alguna carrera, como Historia o Turismo. Abir y Salma apuran el último mes de clases de 3º y 4º de la ESO. Abir quiere hacer el próximo curso el Bachillerato de Humanidades y planea estudiar Trabajo Social o Educación Social en la universidad. A Salma le gustaría Medicina («si me llega la nota») o Enfermería.

FuenteEl Heraldo de Aragón
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