Desde que se iniciara el mes sagrado de los musulmanes, el Ramadán, diversas mezquitas de la ciudad abren sus puertas e instalan improvisados comedores en los que ofrecer a personas sin recursos y a inmigrantes, una cena acorde a lo que marca la tradición cuando se produce, con el rezo correspondiente, la ruptura de ayuno. Uno de esos espacios de recogimiento, oración y comunión con el Todopoderoso es la mezquita del cementerio musulmán, que cada tarde instala mesas, sillas, platos, cubiertos y viandas para permitir que los que menos tienen, después del rezo, puedan romper el ayuno en comunidad.
Allí no se tienen en cuenta nacionalidades y lo único que se mira es que el hermano que necesita que se le eche una mano, encuentre ese respaldo amigo cuando más lo necesita.
Amigos y desconocidos, se unen en torno a una mesa, para degustar unos platos clásicos, como la tradicional harera (sopa de verduras y carnes), huevos duros, tortillas, pan y dátiles, entre otros alimentos, que sufragan en muchas ocasiones con las donaciones anónimas de fieles. Y es que durante estos días, hay unas personas que juegan un papel muy importante para el buen desarrollo de Ramadán, como son los colaboradores; musulmanes que ayudan a preparar la comida que después van a poder consumir todos después de no ingerir alimentos ni líquidos desde la puesta de sol hasta el alba. Los alimentos los han donado ciudadanos de a pie y también empresarios. Las mezquitas llaman estos días a la solidaridad de todos para que no se olviden de los que necesitan de su apoyo.