
La relación entre el Tíbet y el Islam es rica y muy antigua, lo que demuestra que el Tíbet no es sólo una región lamaísta. Masood Butts escribe en el Tibetan Bulletin que “los historiadores árabes como Yaqut Hamawi, Ibn Haldun y Tabari mencionaron el Tíbet en sus escritos. De hecho, Yaqut Hamawihas, en su libro “Muajumal Buldan” (enciclopedia de países) se refiere al Tíbet de tres diferentes formas: Tabat, Tíbet y Tubbet. Durante el reinado de Umar bin Abdul Aziz (717-720) en el Imperio Persa, se cree que una delegación del Tíbet y China le pidió que enviara misionarios musulmanes a sus países. Se ha narrado que el califa Umar envió a Salah bin Abdullah al Tíbet. Los gobernantes abbasíes de Bagdad también mantuvieron relaciones con el Tíbet en los siglos VIII y IX.”
Butt añade que “Cachemira y el Turquestán Oriental eran las regiones islámicas más cercanas al Tíbet. Los emigrantes musulmanes de Cachemira y Ladaj entraron por primera vez en el Tíbet hacia el s. XVI. Gradualmente, los matrimonios y la interacción social llevaron a un incremento de la población musulmana hasta crearse una comunidad de tamaño considerable alrededor de Lhasa, la capital del Tíbet. No hubo, sin embargo, una conversión en gran escala. Thomas Arnold dice en su libro “La Prédica del Islam” que “el Islam fue llevado al Tíbet por los mercaderes de Cachemira. Los asentamientos de tales mercaderes pueden ser encontrados en todas las principales ciudades del Tíbet. Ellos se casaron con mujeres tibetanas, que a menudo adoptaron la religión de sus maridos… De hecho, los musulmanes son conocidos como Khache entre los tibetanos. Esto parece ser porque los primeros colonos musulmanes en el Tíbet llegaron de Cachemira, que era conocida con el nombre de Khache Yul por los tibetanos. La influencia islámica en el Tíbet llegó también de Persia y el Turquestán.”
Por su parte, Alexander Berzin escribió en su libro “Historical Sketch of the Muslims of Tibet” que “el principal influjo de musulmanes de Cachemira y Ladaj al Tíbet tuvo lugar, sin embargo, a mediados del s. XVII. Ellos llegaron al Tíbet principalmente a causa de una gran hambruna que asoló Cachemira y se asentaron en Lhasa. Como parte de la política de tolerancia hacia todos los grupos religiosos, el Quinto Dalai Lama concedió privilegios especiales a los miembros de la comunidad musulmana. Ellos podían elegir un comité de cinco miembros que supervisaba sus asuntos internos; podían resolver sus propias disputas de manera independiente según las leyes de la Sharia; podían abrir tiendas y realizar actividades comerciales en otras ciudades tibetanas; y estaban exentos de impuestos. Sin embargo, en el Tíbet eran considerados como ciudadanos indios, y de este modo tenían un estatus de extranjeros. En el caso de un matrimonio mixto, el hijo era considerado un indio y la hija tibetana.”
La llegada de los musulmanes produjo la construcción de mezquitas en el Tíbet, que se convirtieron en los centros de la vida social musulmana en la región. Algunas de ellas resultaron destruidas o dañadas durante la Revolución Cultural (1966-76). A principios de los años noventa, una mezquita fue renovada en Lhasa, la capital del Tíbet.
Además, dos escuelas islámicas fueron construidas en Lhasa y otra en Shigatse. Tras finalizar sus estudios en estos centros, los estudiantes eran enviados a la India a estudiar en instituciones islámicas de alto nivel, tales como Nadwatul Ulema en Lucknow y Yamia Millia Islamia en Nueva Delhi.
Butts señala que “los tibetanos musulmanes fueron capaces de preservar la identidad de su comunidad mientras que al mismo tiempo absorbían las tradiciones culturales y sociales tibetanas.” Muchos autores han hecho notar asimismo la diversidad y riqueza de la contribución musulmana al desarrollo de la cultura tibetana. “Desde marcar la tendencia de la moda entre la alta sociedad de Lhasa hasta la música, poesía, literatura y negocios, el impacto de los musulmanes tibetanos sobre la rica vida cultural y social del Tíbet fue refrescante y tangible.” Esta contribución a la cultura tibetana fue muy significativa particularmente en el campo de la música. Hay que destacar la Nangma, una música clásica popular del Tíbet, que fue traída por los musulmanes tibetanos. Se cree que el término Nangma es una derivación de la palabra urdu Nagma, que significa “canción”.
Por su parte, Sayyed Hussein Nasr, profesor en la Universidad George Washington y un famoso sabio islámico, destacó el hecho de que “religiones tan diversas como Islam y el budismo vivan en paz en el seno de una sociedad tradicional, como la del Tíbet.” “Un gran perjuicio a las relaciones entre el Budismo y el Islam fue causado por el error cometido por los estudiosos occidentales en el s. XIX, cuando malinterpretaron el Budismo y lo calificaron de ateo. Buda no sólo creía en Dios; él conocía a Dios. Había numerosos ateos en el tiempo de Buda –los materialistas de Charvaka- y Buda criticó específicamente su falta de creencia en cualquier tipo de realidad espiritual,” señaló. “El Dios de Abraham insistió en que Él, Yahvé, no podía ser abarcado por las mentes humanas. De este modo, la respuesta correcta de los humanos ante este carácter inabarcable de Dios es el Islam; es decir, el someter la mente y el cuerpo a Él. El Budismo está basado también en la sumisión y rendición del ego. De este modo, tanto para el Budismo como para el Islam, el amor y la misericordia, las energías liberadas por la rendición del ego, son las energías supremas del universo.”
El Islam chino
Junto al Islam tibetano –o Islam que provino de Cachemira o Ladaj- podemos hablar acerca de “un Islam chino” en el Tíbet. En el s. XVII, los mercaderes musulmanes chinos de la etnia hui procedentes de Ningxia, se asentaron en Xining, en la región de Amdo, en el noreste del Tíbet. Ellos se casaron con mujeres tibetanas y promovieron relaciones comerciales entre China y el Tíbet central. Algunos de ellos se asentaron más tarde en Lhasa, donde formaron una comunidad musulmana separada, con su propia mezquita y cementerio. De este modo, construyeron una comunidad islámica distinta a la tibetana.
En 1951 las tropas chinas tomaron el control sobre el Tíbet, alegando que esta región había formado parte históricamente de China. En 1959, el Dalai Lama huyó a la India y muchos musulmanes tibetanos siguieron el mismo camino. Algunos de ellos se trasladaron a Cachemira, su hogar ancestral, y pidieron la nacionalidad india basándose en su origen cachemir. El total de la población de musulmanes tibetanos fuera del Tíbet es de alrededor de 2.000. Otros musulmanes prefirieron quedarse en el Tíbet. Según un informe, hay aproximadamente alrededor de 3.000 musulmanes tibetanos y 20.000 musulmanes chinos en el Tíbet en la actualidad.
La mayoría de las ciudades en Amdo están ahora habitadas principalmente por musulmanes chinos de etnia hui. Además un gran número de miembros de la etnia hui se han asentado en el centro del Tíbet en las pasadas décadas. A diferencia de los tibetanos musulmanes, sin embargo, ellos no se integran con la población local, sino que mantienen su lenguaje y costumbres chinos. Pekín ha alentado el asentamiento de estos musulmanes chinos de etnia hui en el Tíbet porque ellos están considerados como fieles a los conceptos de “Una Sola China” y “el Tíbet es parte de China.”