«La
higiene musulmana es uno de los mejores antídotos contra el
coronavirus», afirma Muhammad Abdul Karim, Sheij de 36 años
desde La Angelita, un pueblo a 300 kilómetros de la Ciudad de
Buenos Aires, en el Partido de General Arenales, donde la mitad
de los 270 habitantes son musulmanes (descendientes de sirios).
Completamente integrados, se rigen por los preceptos del Islam,
tienen un nombre criollo, pero se reconocen en la comunidad por su
nombre árabe. «Debemos rezar cinco veces al día (orientándose
a La Meca) y siempre debemos lavarnos las manos», sostiene.
«Nosotros
no compartimos el mate, por considerarlo antihigiénico», afirma
el Sheij, quien fuera de La Angelita es conocido como Alejandro Kerim
Abbas. Cada cual usa una bombilla individual, en tiempos de pandemia
los practicantes del Islam son pioneros en medidas de prevención.
«Todos hablamos y escribimos árabe y sufrimos mucho la
cuarentena, nuestras ceremonias las hacemos por redes sociales»,
afirma Yamile Salomón (40 años), referente de la comunidad.
La
Angelita es un pueblo pintoresco y detenido en el tiempo, que se rige
con ceremonias y leyes propias, a un costado de la solitaria ruta 45.
En la entrada una plazoleta dedicada al Sheij Saleh Al Alí, que
luchó contra la ocupación francesa en la República Árabe Siria,
advierte que el bagaje cultural es profundo. La fe musulmana se vive
con mucha intensidad. «Traemos a nuestros hijos, nosotros
tenemos el deber de defender a nuestra gente», reconoce
Muhammad, quien se formó en Madrasas (escuelas) islámicas en
Argentina y profundizó sus estudios en ciencias y ley islámicas (la
Shari´a) en Siria. La imagen del líder sirio es un símbolo de la
resistencia y preservación de la identidad musulmana.
Localidad
rural
Hay
pocos servicios en el pueblo, muy poca señal telefónica y el agua
es de pozo,. Es la típica localidad rural bonaerense donde la vida
continúa con las señales propias de los días anteriores a la
aparición de la pandemia: niños paseando en bicicletas,
adolescentes en grupos hablando, despreocupados. Un puñado de casas
bajas, calles de tierra y la bandera Siria que convive con la
Argentina. El pueblo más cercano es Ascensión, a 15 kilómetros. El
silencio en las calles de la Angelita es un estado de gracia que
convoca a la contemplación.
Sus vecinos se saludan diciendo
«Marhaban» (hola), «Salamu ‘alaikum» (que la paz
sea con vosotros), los jóvenes además de ir escuela tradicional,
tienen dos veces por semana clases de idioma y religión. «Para
nosotros es muy importante porque es nuestra identidad y debemos
trasladarla a través de las generaciones», dice Laial Sahyra
Abraham de 15 años. «La mayor dificultad es que en árabe
escribimos de izquierda a derecha», agrega. Los libros comienzan
al revés que los occidentales. «Nuestro comienzo es el fin de
los libros normales», completa.
«Tenemos
amigos por Instagram de Siria, chateamos en árabe», cuenta
Widad Mohamad, de 18. Para practicar y asimilar la cultura, tienen
configurado el Whatsapp en árabe. Oyen grupos de pop árabes y casi
todos han ido a Siria. No son cerrados, tienen amigos cristianos,
fuera de la colectividad. «Nos respetan y saben cómo son
nuestras ceremonias y horarios», afirma Karim Brahim (15 años).
«No podemos comer cerdo ni ningún animal impuro para el Islam,
conejo por ejemplo», cuenta Yamile. Cordero, pollo, pescado
(cualquiera con escamas) y vaca son las carnes aceptadas. Nada de
alcohol. En las picadas, muy usuales en la vida rural, sólo pueden
comer matambre de pollo y vaca.
Grupo
de Whatsapp
La
Angelita tiene un grupo de Whatsapp muy activo: cada familia
musulmana debe tener un integrante dentro de él. «Nos
contenemos, y nos pasamos las Salawat (rezos)», confirma el
Sheij. «Las redes sociales son fundamentales para nosotros en
cuarentena», expresa. La vida islámica es comunitaria, los
rezos se hacen en grupo, las celebraciones y los eventos del culto,
que no son pocos, necesitan del contacto con el otro. «Los
primeros días de la cuarentena fueron muy duros, porque no sólo no
podíamos rezar juntos, tampoco darnos abrazos, ni besos»,
sostiene Muhammad.
No hay mezquita en el pueblo, pero si un
espacio consagrado a la práctica del Islam que está ubicado en la
Sociedad Árabe La Angelita. Punto de encuentro por excelencia de la
comunidad musulmana, desde el 20 de marzo está cerrado. Aquí está
Al Mihrab, que es un nicho semicircular de adoración que está
orientado a La Kaaba en La Meca. Sin poder asistir por las medidas de
prevención por el Covid-19, cada casa se ha convertido en el espacio
de rezo.
«Todos los días por YouTube seguimos las
Salawat de distintos Sheij del país», afirma Muhammad. Las
ceremonias árabes están presentes en cada pequeña actividad en el
pueblo. «Bismi llahi al Rahmani al Rahim (En el nombre de Alláh,
el Clemente, el Misericordioso)», afirma cada vez que termina
alguna oración o menciona a Mahoma (aquí, Muhammad). Las Salawat
obligatorias son cinco, pero también se pueden hacer algunas más,
llamadas meritorias. «La Salat del alba (fayr), a las 6.30 AM;
la Salat del mediodía (zuhr), a las 13; la Salat de la tarde (‘asr),
a las 15; la Salat del ocaso (magrib) a las 18.30 y la Salat de la
noche (‘ishá), a las 21.30»
Los rezos se hacen a través
de diferentes posturas. Las mujeres deben hacerlo con Hiyab (velo
sobre la cabeza) «La postura inicial es la de Quiam (estar
parado), Qunút (la imploración), Ruku´ (la inclinación) y Suyyud
(la prosternación), Al Taslim es la salutación final», explica
Muhammad. «Los vecinos del pueblo ya saben nuestros horarios»,
agrega Yamile.
«Una de los momentos más tristes fue
pasar Ramadán en cuarentena», recuerda Yamile. Desde el 22 de
abril al 22 de mayo, toda la comunidad vivió en la soledad de sus
casas el mes de ayuno, cuando siempre se hacía en comunidad. Se
trata de unos de los momentos más esperados del mundo árabe.
Durante un mes desde que sale la luna creciente hasta el ocaso (desde
el amanecer hasta el atardecer) no está permito tomar ninguna
bebida, ni comida, ni fumar, ni tener relaciones sexuales. Las
mujeres embarazadas, con menstruación y enfermeros graves, están
exceptuados. En La Angelita se sacrificó un novillo y cada familia
tuvo su porción para la iftar, la cena nocturna.
Calendario
islámico
Los
musulmanes se rigen por el calendario islámico, que es lunar, no
solar como el gregoriano y se basa en ciclos lunares de 30 años,
existen años de 355 días y otros de 354. Cada año se divide en
doce meses, dependiente de los años, tienen 29 o 30 días. La semana
tiene siete días, el más importante es el viernes, llamado
al-yuma’a, cuando se realiza una oración colectiva dentro de la
Sociedad. Hoy, a través de redes sociales.
En el mes de
Ramadán (el noveno), en La Angelita, la natural tranquilidad del
pueblo se vio interrumpida por el altoparlante de la Sociedad Árabe,
para llamar a realizar los cinco rezos diarios. «Al Muazzin es
la persona que hace el Azzan (el llamado a la oración), dentro del
sagrado mes de Ramadán», explica Muhammad. Para no alterar
tanto a los vecinos, el primer llamado (6.30) no se hace.
El
Islam y su práctica se basan en ceremonias y obligaciones. El
traslado de la tradición es uno de sus pilares. Los niños al nacer
se circuncidan, los varones y mujeres bailan el Dabkee. A pesar que
no esté prohibido hacerlo con cristianos o judíos, los casamientos
se suelen hacer entre los miembros de la colectividad. «Somos
una gran familia, a mi suegra la llamo tía», afirma Yamile. La
mujer cumple un rol protagónico. «El paraíso está en los pies
de tu madre», cita el Sheij un dicho del profeta Muhammad. Ellas
además son las que cocinan y unen a la familia alrededor de una
mesa.
La gastronomía musulmana se come a diario en La
Angelita. Jadiye Ahmad Selman (conocida como Marta Pepe, de 64 años)
es una de las mujeres más queridas, además de profesora de idioma,
es la que mejor cocina. Tiene un restaurante, muy conocido en la
región, Lo de Hasna, donde expresa su amor en recetas que no han
sido modificadas desde hace siglos. Sus especialidades son los
warakdel (niños envueltos), el keppi (carne macerada y condimentada
que los libaneses comen cruda y aquí cocida), las sfiha (empanada
árabe), y la baklawe (pastel con pasta de pistachos, masa filo,
bañado en almíbar.
La Angelita no siempre fue un pueblo de
mayoría musalmana, hacia comienzos del siglo XX la zona era habitada
por colonias de catalanes e italianos. «Argentina y Australia
eran países que estaban creciendo», afirma Muhammad. Los sirios
estaban dominados por el imperio Turco y luego, por Francia. En
diferentes oleadas muchos de ellos llegaron al país, escapando de
las sucesivas guerras. En 1920 ya había una importante comunidad
siria en La Angelita, que se fundó en 1926. En el pueblo viven dos
refugiados que llegaron días antes del inicio de la cuarentena. «Han
aprendido español», asegura Yamile.
«El virus se
combate con dos cosas que los árabes inventamos hace siglos: la
cuarentena y el lavado de manos», destaca Muhammad. La higiene
musulmana es estricta. «Si tocamos algo crudo, jamás lo
mezclamos con otro elemento», cuenta. «Tenemos la
obligación de higienizarnos todos los días», completa.
Recuerda que durante la peste negra, en España, los musulmanes
tuvieron menos muertos por la higiene que enseña El Corán. «No
somos bélicos, el Islam es paz con uno mismo y con el medio
ambiente», explica para barrer con el prejuicio. «Al-lah
nos dotó con algo que el resto de las criaturas no tienen, la
libertad. Nosotros somos responsables de esa libertad»,
sentencia Muhammad.