En
un solo día, el gobierno de Marruecos anunció el cierre de los dos
lugares más simbólicos de socialización en el país: las mezquitas
y los cafés, además de restaurantes, gimnasios, hamams (baños
públicos) y clubes deportivos, que permanecerán clausurados hasta
nueva orden.
El cierre de las 51.000 mezquitas del país ha
sido el aldabonazo final que ha hecho que muchos marroquíes
adquieran conciencia de la gravedad de la situación, pues aunque el
país tiene solo 29 casos detectados de coronavirus, nadie duda de
que esta cifra irá en ascenso y pondrá en jaque al endeble sistema
sanitario (32.500 camas de hospital en total).
En las épocas
de guerras, grandes sequías y otras epidemias, las mezquitas eran
precisamente el último refugio para los marroquíes: en cada barrio,
en cada aldea, la mezquita ha servido para reunir a la comunidad en
las grandes desgracias en busca de la protección divina.
Por
esa razón, las autoridades han tardado en decretar el cierre de los
templos y han esperado a anunciar primero otros cierres igualmente
simbólicos, como las escuelas de todos los niveles, el espacio aéreo
con todos los países y todos los lugares de ocio, incluidos los
omnipresentes cafés.
Y también por esa razón, el cierre de
las mezquitas -a diario y en el rezo colectivo del viernes- ha
revestido un cuidado especial en las formas: ha sido el rey Mohamed
VI, en su calidad de Emir al Muminín (príncipe de los creyentes,
máxima autoridad religiosa) el que ha pedido una fetua o edicto ‘ad
hoc’ de la Comisión de Ulemas para que establezca si la medida puede
aplicarse según criterios religiosos.
Y la comisión
respondió al monarca que la ‘Sharia’ (ley islámica) propugna ‘la
necesidad de proteger el cuerpo y hacer prevalecer el interés sobre
el daño’ y que ‘entre las condiciones de la oración, especialmente
en la mezquita, figura la quietud, y el daño de esta epidemia anula
esta condición’.
Por ello, decretó el cierre temporal de
todas las mezquitas en todas las horas de rezo (cinco al día) y
particularmente en la del viernes, la más multitudinaria, aunque el
almuédano seguirá llamando a la oración desde la torre para que
los creyentes recen en la quietud de su casa.
Entre los países
musulmanes, y hasta el día de hoy, solo Irán (segundo país del
mundo con más contagios de coronavirus) y Túnez se han atrevido a
cerrar los templos sin matices, antes de hacerlo Marruecos.
Otros
países se han limitado a dar recomendaciones como la no asistencia
de enfermos o guardar distancia entre los fieles.
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